Es probable que Sheryl Crow no guarde buenos recuerdos de su tormentosa relación entre 2003 y 2006 con Lance Armstrong, el mayor tramposo del ciclismo al ser desposeído por dopaje de siete títulos del Tour de Francia, pero sí puede estar orgullosa de su trayectoria como una de las máximas figuras del rock que emergió en los 90 y mantiene el fulgor, ya que acaba de anunciar una nueva entrega para el venidero 2024.
Atraída desde niña por la música (sus padres tocaban en una orquesta) dio clases de piano, a los 13 años ya componía y cantaba en el colegio, se graduó en clásica y cumplidos los 16 formó su primera banda. Su Missouri natal se le quedaba pequeño y en 1986 emprendió la aventura del sueño californiano.
En Los Ángeles conoció a Don Henley y se hizo un hueco como muy solicitada corista no solamente con el batería y cantante de los Eagles sino también en la gira mundial del álbum 'Bad' de Michael Jackson entre 1987 y 1989, además de aportar su voz a grabaciones nada menos que de George Harrison, Stevie Wonder, Joe Cocker, Jimmy Buffet, Sting o Rod Stewart.
Sin embargo, Sheryl Suzanne Crow estaba decidida a emprender su carrera como solista. El sello A&M confió en ella y grabó un primer disco homónimo, pero ambos coincidieron en su falta de pegada y se metió de nuevo en el estudio para alumbrar el mucho más consistente Tuesday Night Music Club (1993) con la decisiva complicidad del productor Bill Bottrell.
La acogida fue tibia en un principio pero lo rompió con el cuarto single, All I Wanna Do, que llegó al número 2 de las listas y ganó un Grammy, el primero de un botín que ya suma nueve.
Una enérgica dosis roquera imbuida de tintes soul-country, reflejo del espíritu y camaradería con los músicos que, como indica el título del álbum, se juntaban desde hacía tiempo tocando y bebiendo juntos los martes por la noche.
Sólo quiero pasármelo bien
"Todo lo que quiero es pasármelo bien antes de morir" refleja un ánimo lúdico de Crow que canta con su magnético estilo, cuela pianos y guitarras, completadas con mucho estilo por David Baerwald y el mencionado Bottrell, el hombre para todo Kevin Gilbert, en este tema también a la batería. Brian MacLeod se encarga en los demás de las baquetas.
El disco arranca con Run Baby Run, una intensa balada que vuelve a abarcar las influencias negras y blancas de Crow, a ratos cantando desgarrada y otros más tierna para un brillante desarrollo.
Crow se desgarra con la infecciosa Leaving Las Vegas, una amalgama de tonalidades vocales atizada con el obsesivo ritmo de percusiones y acústicas. Prohibido permanecer impasible.
Un aire folk campestre se respira en Strong Enough con la entonación cristalina de Crow, que también parece surgir de la pradera en No One Said It Would Be Easy, si bien con una voz quebradiza medio recitada para constatar que las relaciones nunca son sencillas.
No quedan lágrimas
Can't Cry Anymore arranca con las impulsivas guitarras de Bottrell y Baerwald, ritmo constante y un extraordinario progreso vocal de Sheryl para gritar que ya no puede llorar más con requiebros que nos atrapan.
La obsesiva funk Solidify, con el rasgueo incesante de las guitas, las parrafadas hip-hop en la alegre The Na-Na Song y la machacona batería en contraste con el susurro creciente de What Can I Do For You constatan la influencia afroamericana de Crow.
We Do What We Can es un sentido homenaje a su padre Wendell Crow, que consuma la atmósfera jazz añadiendo la trompeta, y el delicado remate del disco, I Shall Believe, destapa su faceta más pop desdoblándose en los coros.
Tuesday Night Music Club fue el debut de una trayectoria que no ha concluido, para marzo de 2024 saldrá a la luz la inesperada propina del duodécimo larga duración, Evolution, pese a que Crow había anunciado en 2019 que Threads sería el último.
En este largo camino se han sucedido otras memorables canciones, de las que entresacamos algunas: If It Makes You Happy, Everyday Is A Winding Road, My Favourite Mistake, Soak Up The Sun, It Don't Hurt, Good Is Good, Our Love Is Fading, Rest Of Me o la gloriosa versión del I Want You Back de Jackson 5. Apostamos a que queda Sheryl Crow para rato
¡A disfrutarlo, háganme el favor!
SHERYL CROW - TUESDAY NIGHT MUSIC CLUB (1993)
.1. Run, Baby, Run
.2. Leaving Las Vegas
.3. Strong Enough
.4. Can't Cry Anymore
.5. Solidify
.6. The Na-Na Song
.7. No One Said It Would Easy
.8. What Can I Do For You
.9. All I Wanna Do
10 We Do What We Can
11 I Shall Believe
. Todos los temas coescritos con la banda
- Otros discos recomendados: Sheryl Crow (1996), C'Mon, C'Mon (2002), 100 Miles From Memphis (2010), Be Myself (2017).
¿Una mujer al frente de un grupo de rock rodeada de hombres?. Pues sí, de vez en cuando esas cosas ocurren como con Chrissie Hynde, excelsa compositora con una voz tan intransferible que distinguirías entre un millón. Alma mater de Pretenders, con los que grabó una decena de discos, esta yanqui emigró a Londres para encontrar su verdadera identidad musical. Después de dos colosales álbumes sobrevino la tragedia con la muerte por sobredosis de dos de los miembros originales, el guitarra James Honeyman-Scott y el bajista Peter Farndon. Hynde no se vino abajo. Fue madre en 1983 de Natalie, fruto de su relación con el líder de los Kinks, Ray Davies, y al año siguiente publicó Learning To Crawl (Aprendiendo a gatear, en referencia a su retoño).
"¡Qué inventen ellos!" dijo nuestro gran Miguel de Unamuno, frase malinterpretada que nos viene al pelo (a los que nos queda algo y también por la actualidad de la película de Alejandro Amenábar) para ensalzar a Lenny Kravitz, alquimista donde los haya que bebe de las fuentes del rock, soul, psicodelia, funk o lo que se tercie para parecerse a muchos y, sin embargo, imprimir un sonido personal e intransferible.
Excelso multiinstrumentista, cantante, compositor y productor, este neoyorquino abarca 30 años de carrera con once discos en estudio y sigue en plenitud como se podrá volver a comprobar en julio, cuando actuará en Fuengirola (23) y Madrid (26).
Una voz cautivadora, atinada elección de versiones y talentosos músicos, unido a una seductora presencia en el escenario son excelencias que convirtieron a Linda Ronstadt en la artista más reconocida en los 70 para llegar a una masiva audiencia traspasando sus comienzos country-folk.
Linda María Ronstadt fue protagonista junto con Eagles, Jackson Browne, Joni Mitchell, James Taylor; Crosby, Stills, Nash & Young -juntos y por separado-, Carole King, Fleetwood Mac… de la segunda generación musical bautizada como Laurel Canyon, barrio hollywoodiense de Los Angeles en el que hicieron pandilla, con una propuesta más amable que sus lisérgicos antecesores como Jefferson Airplane, Grateful Dead o Doors.
"Demasiadas lágrimas para que las llore un corazón, demasiadas lágrimas para que un corazón pueda seguir adelante" son las dos primeras frases de 96 Tears, una de las canciones de culto del rock de garaje y con las que nos podemos identificar en estos tiempos tan dramáticos.
Si bien, el sentido del profundo sollozo que interpretaba la banda chicana ? And The Mysterians era por un desengaño amoroso cuando la chica le dejó. Su terrible venganza sería que ella llorara 96 lágrimas.
Si hay un deporte intrínsecamente ligado al verano es el surf con su imagen de jóvenes atléticos volando sobre las olas y ligando con rubias bronceadas en fiestas playeras al atardecer.
Así, no podría haber mejor escenario que la soleada California para que surgiera un vitalista estilo musical que lo acompañara y para plasmarlo escogemos el recopilatorio Surfin' Hits que reúne a la mayoría de sus más insignes representantes
Let's Go Trippin', del guitarrista Dick Dale y su grupo los Del Tones, está considerada la primera canción de surf (1961), un instrumental que bebe mucho del Rhythm & Blues con su característico staccato en los punteos y que continuó con Misirlou o Surf Beat.