Aparente contradicción: al tiempo que anuncia para este otoño su gira de despedida de los escenarios, Edwyn Collins publica un álbum deslumbrante, lleno de buenas ideas, que parece anticipar una nueva etapa creativa del escocés.
Respecto a lo primero, solo cabe admirar al polifacético artista por haber aguantado hasta ahora sobre las tablas y no haber tenido nunca miedo a pisarlas, solo o acompañado, pese a las evidentes secuelas físicas del doble derrame cerebral que sufrió hace veinte años. 
 
Si lo que ahora le apetece es despedirse, hace tiempo que se ganó el derecho a hacer con su vida y con su salud lo que le plazca. Sus últimos conciertos, todos en el Reino Unido entre septiembre y octubre, serán doce, tras haber añadido tres al programa original ante la demanda inmediata de entradas. Los reúne bajo el elocuente título de 'Gira testimonial'.
 
Collins presentará en este mini tour el espléndido 'Nation Shall Speak Unto Nation', su primer trabajo desde 2019 y el décimo de su carrera en solitario. Lejos quedan los tiempos de su grupo Orange Juice (1980-85), pero los años no han mermado su capacidad para fabricar canciones de distinto pelaje y unificarlas bajo su voz portentosa, nacida en algún lugar recóndito.
 
Acompañado de una banda de la que forma parte, al bajo, su hijo William, Collins se mueve entre los sonidos pop, rock y country y en todos sale airoso.
 
El disco incluye temas notables, más si se contemplan en su conjunto por el catálogo de sentimientos que confiesan. Se abre con cuatro balazos: la mirada autocrítica de 'Knowledge', el tierno optimismo de 'Paper Planes', la rendición ante los males del amor de 'The Heart Is A Foolish Little Thing' y la soledad de la muy 'americana' 'The Mountains Are My Home'. 
 
 

Cierto tono de protesta social asoma en la canción que da nombre el disco, una referencia al lema de la BBC ('La nación hablará de paz a la nación'), pero el álbum alcanza sus mejores momentos cuando Collins se pasea a corazón abierto y celebra que se siente en plena forma, como en el tiempo medio 'Sound As A Pound', o cuando se muestra rotundamente romántico, como hace en 'A Little Sign'.
 

Edwyn Colllins no ha vuelto a alcanzar nunca el éxito rotundo que le proporcionó 'A Girl Like You' allá por 1994, pero este disco de madurez es un regalo para los oídos (qué buenos coros, por cierto) y una prueba de que, como proclama en el tema que cierra el álbum con un deje de bossa nova, su mundo es el ritmo. Qué buena idea haber vuelto a grabar.