El punk británico escuela 1977 quería derribar el orden establecido y se caracterizaba por la crítica social y política a menudo envuelta en provocación. Pero también había hueco para hablar de amor, no se crean.
Es lo que hacían los Buzzcocks en la que ha pasado a la historia como su canción más insigne: "Ever fallen in love (with someone you shouldn’t’ve)".
Disertar sobre enamorarse de la persona equivocada no es una temática que vaya a remover los pilares de la sociedad, tampoco es especialmente original y, desde luego, no resulta nada irreverente, seña de identidad de un grupo que en su primer single había rendido homenaje a los adictos al orgasmo, con la consiguiente censura de la BBC, incapaz de advertir la universalidad del sentimiento reflejado en la canción ("Orgasm Adict").
Según cuenta el autor de "Ever Fallen in Love", Pete Shelley, la letra fue inspirada por una frase escuchada en el musical norteamericano "Guys and dolls" (en España se tradujo como "Ellos y Ellas").
No era la primera referencia cinematográfica utilizada por los Buzzckocks. El propio nombre de la banda surgió de un juego de palabras que habían escuchado en una serie televisiva: "buzz" (la excitación previa a ver tocar a un grupo) y "cocks" (colega en el argot de Manchester, ciudad de la que eran nativos).
"Ever Fallen in Love", incluida en su segundo álbum, "Love Bites"(1978), fue un relativo éxito en su momento (puesto 12 en las listas británicas), pero su mayor impacto llegaría después. Junto a otras canciones del grupo, muchas recopiladas en el imprescindible "Singles Going Steady", sentó las bases del llamado punk pop de los años noventa: canciones con la energía y la urgencia del punk pero desprovistas de su crudeza y con melodías, y a menudo contenidos, aptos para todos los públicos.
Así la interpretaban los Buzzcocks en 1978, antes incluso de que fuera publicada.
Desde su grabación, el inusual riff de guitarra de "Ever Fallen in Love" y su infeccioso estribillo han seguido ganando adeptos y un paseo por You Tube certifica que la lista de versiones es infinita (Kim Wilde, Paolo Nutini, Fine Young Canibals...)
Difícil elegir, pero esta versión orquestal pone los pelos de punta. Al final Mozart y Johnny Rottem no estaban tan lejos.