Antes de Seattle, fue Tacoma. Y antes que el grunge y Nirvana, el garaje y los Sonics.
En esa ciudad de mediano tamaño, también en el estado de Washington, en el noroeste de los U.S.A., los Sonics llevaron el rock un par de pasos más allá, con un sonido de una contundencia nunca vista antes.
Sus proyectiles, duros, rápidos y sencillos, alcanzaron una repercusión limitada mientras estuvieron en activo (1964-1967) pero después se convirtieron en leyenda y en inspiración para punks, grunges y demás aficionados a la distorsión y la carne cruda.
En su repertorio, como en el de las bandas contemporáneas (Kingsmen, Wailers, Remanins, Standells, Seeds, Question Mark & the Mysterians...) que aporreaban con igual energía y falta de pericia los instrumentos -por algo les llamaban punk- alternaban las versiones y las canciones originales.
Entre las primeras está la demoledora lectura de "Do You Love Me" que hacen los Sonics. La canción, compuesta por Berry Gordy, el "capo" de la Motown, fue popularizada en 1962 por los Contours y desde entonces es un clásico del baile, apto para bodas y bautizos.
Pero lo de los Sonics es otra cosa. Rock and roll salvaje. Nada de bailecitos de salón. Pide pogo pero, lástima, aún no se había inventado. Gerry Roslie dejándose la garganta en el micro, Bob Bennet machacando la batería sin compasión y Larry Parypa batiendo las cuerdas de la guitarra a toda velocidad. Sin olvidarnos de su hermano Larry al bajo y de Rob Lind, saxo, coros y harmónica.
Por una vez, el tiempo ha puesto algunas cosas en su sitio y los Sonics han recibido la gloria que merecían (a lo mejor sus bolsillos no opinan lo mismo). En los últimos años han reunido el grupo para dar conciertos y en 2015 publicaron un nuevo trabajo "This is the Sonics."