El artista que comenzó su carrera en Washintong a finales de los 70, continúa en la línea de poca comercialidad de sus creaciones. En esta ocasión ha facturado un disco con Robert Pollard, que como tantos otros pasará desapercibido para el gran público, cosa que probablemente no le cause ninguna sorpresa.
Tommy Keene, nacido en Bethesla, Maryland, es un corredor de fondo en esto de la música. Comenzó a finales de los setenta con grupos que pasaran a la historia, con cierta leyenda de independencia, dejando algunas perlas en formato single.En esos años pasó por The Razz, Blue Steel, The Rage y Pieces. Es una pena, pero encontrar un single de estos grupos es tarea practicamente imposible hoy en día. Sus orígenes son bastante peculiares, siendo su infancia parecida a la del desaparecido Dee Dee Ramone. Su padre era agente de la CIA, lo que le llevó a tener una infancia de aquí para allá, con estancias en Europa y Asia. Pero la afición de Tommy por la música fue temprana haciendo sus pinitos con el piano, la guitarra e incluso la batería. A mediados de los setenta, justo antes de la eclosión punk, y con la energía que da ser fan de los Flamin Grovies, Los Beatles o los Stooges, comienza su andadura en compañía de un desconocido Mike Logfren, que en aquel entonces ni se imaginaba que su hermano Nils sería el guitarrista de nada más y nada menos que Bruce Springsteen.