El rock and roll, en su faceta garage-pub siempre ha gozado de la misma enfermedad, minoritaritis profunda. Grupos siempre hay unos miles por todo el mundo, pero el traspasar fronteras es privilegio de unos pocos, normalmente más hábiles en cuanto al asunto mediático que al toque de guitarra. Nathan Kalish y su banda son de Gran Rapids, ciudad que por número de habitantes puede ser como Valladolid, aunque con más rascacielos y menos iglesias, y una tendencia a embrutecer el rock que viene de su cercanía con la cuna del rock duro, Detroit.
Estos chicos no inventan nada nuevo, pero es que uno necesita de vez en cuando darse una sesión de riffs de guitarra desentumecedores de cuellos. Su sonido es un compendio del que hace la gente que han hecho del bar de rock and roll su segunda casa. Cuando utilizan un sonido más limpio, como en Done Wrong tienen un aire a Tommy Keene, pero cuando le dan a la distorsión llegan a ser más cañeros que Doctor Feelgood en sus tiempos mozos. Nada que no se pueda tragar con una buena cerveza en las manos