Cada vez que Van Morrison anuncia un nuevo trabajo, la reflexión es la siguiente: sabemos que nos va a gustar, sí, pero... ¿tendrá alguna de esas canciones que nos dejan sin aliento? ¿De esas sin las que no sabes cómo has podido vivir hasta ahora?
'Keep Me Singing', trigésimo sexto álbum del irlandés, está muy en la línea de sus últimos discos, una colección de tiempos medios más cercanos al blues que al soul, al pop que al rock. Música para oídos bien educados y poco dados a las estridencias. Pero tiene destellos deslumbrantes.
Por resolver la duda inicial: sí, hay canciones que cortan la respiración. Canciones que emocionan profundamente. Canciones que te llevan a pensar: pero cómo es posible...Por encima de todas, la que da título al disco.
Van Morrison invoca el espíritu de Sam Cooke, confiesa que escribir y cantar canciones es lo que le da la felicidad y pide que le obliguemos a seguir haciéndolo. No hay problema, señor Morrison. No tendría usted que hacer otra cosa. Cuente con nosotros.
La cadencia acogedora de los coros y la poderosa armónica que toca el propio Van en 'Keep Me Singing' son una fuerza arolladora que comparten muchos otros temas del disco. En algunos, son casi lo mejor.
Fantásticas las segunda voces de Dana Masters y Lance Ellington en 'Holy Guardian Angel', que empieza de forma tibia y coge temperatura en un estribillo soberbio y un final ciertamente angelical.
'Every Time I See A River', coescrita con el prestigioso autor de musicales Don Black, es otro tesoro. Condenadamente romántica, muestra a un hombre aplastado por el peso de los recuerdos y que no teme mostrar su dolor: "No necesito tener tu foto en la pared / no necesito nada en absoluto /pero cada vez que veo un río / siento como si estuviera otra vez enamorado".
Porque las letras de todo el trabajo son esencialmente intimistas. Quien canta está a veces desvalido ('Memory Lane'), a veces a la intemperie ('Out In The Cold Again'), ocasionalmente esperanzado ('Too Late'), pero siempre rendido a sus sentimientos.
Antes, cuando era uno de los 'Angry Young Them', Van Morrison gritaba, deletreaba a voces esos sentimientos; ahora susurra más que grita. Pero cuando lanza uno de sus rugidos, un rugido de viejo león de 71 años, suena inevitablemente a rabia sincera. El rey de la selva aún tiene carácter.
Una tontería: en el trayecto de la tienda a casa (ese viaje interminable para todo comprador que lleva en el bolsillo un disco muy deseado) fantaseé con la idea absurda de que 'Memory Lane' fuera una versión de la canción homónima y maravillosa de Elliott Smith.
En la primera escucha me fui directamente a la pista número cinco y... nada que ver, por supuesto (salvo que también es una belleza), pero desde entonces no dejo de pensar en cómo sonaría el tema de Smith en la voz Van Morrison.
La única versión que contiene el álbum no es esa, sino el clásico del soul 'Share Your Love With Me', que grabó originalmente Bobby Bland y popularizó Aretha Franklin. Salta a la vista que Van está cómodo dentro del tema, convertido gracias a sus gruñidos en un reproche: es una pena que no quieras compartir tu amor conmigo, pero tú te lo pierdes, querida.
Así que el león ruge menos de lo que nos gustaría, pero ruge. Y sigue emocionando, aunque lo haga de manera más contenida. 'Keep me Singing' vale la pena y merece una escucha a corazón abierto.
Pero cuidado: a poco que las circunstancias sean propicias -una mala noche, ese estado de indefensión emocional en el que te deja la segunda copa-, es poco probable que con este disco se te vayan los pies, pero raro sería que no se te fuera una lágrima.