Con treinta años a sus espaldas es posible que Superchunk estén haciendo ahora los mejores discos de su carrera. Y eso que los anteriores les convirtieron en un grupo de referencia del rock alternativo norteamericano de los noventa.
Una prueba de ese estado de gracia es “Wild Lonliness”, su última entrega y el cuarto álbum que graban desde que el grupo volvió a la acción en 2010 tras una pausa de 10 años.
En el anterior, el fantástico “What a Time to Be Alive”, recuperaron la furia de sus primeros tiempos para hacer su disco más político, inspirado por las sombrías perspectivas de la era Trump. Ahora, ya sin el dicharachero y anaranjado presidente -al menos de momento- y dos años de pandemia después, las letras de Mac McCaughan mantienen la preocupación por un mundo que, últimamente, más que rodearnos nos asedia. Pero el tono de la música cambia notablemente.
Aunque la rabia guitarrera no se extingue del todo -”Refracting”-, dominan tonos más reposados, con las guitarras acústicas al timón junto a un rico abanico sonoro que incluye las trompetas de Kelly Pratt, las cuerdas de Owen Palletty o el saxo de Andy Stack.
Tan variada como la instrumentación es la aportación de colaboradores, una nómina estelar que además de los instrumentistas citados incluye a Mike Mills (R.E.M.), Norman Blake y Raymond McGinley (Teenage Fanclub), Tracyanne Campbell (Camera Obscura) o Sharon Van Etten. Lo que destaca en el disco, sin embargo, no es el exceso o la espectacularidad, sino la mezcla de los ingredientes con sabia contención.
Ya desde el título la huella de la pandemia y los confinamientos se deja notar en “Wild Loneliness”. También en el modo en que fue realizado: cada miembro pasó por casa de McCaughan para grabar su parte y los colaboradores enviaron sus aportaciones desde cientos o miles de kilómetros.
Esto lo han contado ellos, si no sería imposible imaginarlo cuando escuchas lo bien que suenan los violines que acompañan el estribillo de “City of The edad”, los coros de Blake y McGinley en “Endless Summer”, las trompetas en “The Night” o el solo de saxo de “Wild Lonliness”.
Pese a su conexión con la pandemia y sus derivados, en “Wild Lonliness” hay una mirada más positiva y desde luego menos furiosa que en “What a Time…” Pero que el envoltorio sea más amable no quiere decir que todas las reflexiones de McCaughan sean optimistas. Un buen ejemplo es “Endless Summer”, donde la angustia ante la posibilidad de que el verano pronto se convierta en perpetuo se contrapone con una melodía alegre y con gancho.
“Endless Summer”, en la que, como decíamos, colaboran Norman Blake y Ramond McGinely, recuerda un poco a su grupo, Teenage Fanclub. Lo mismo sucede con “On The Floor”, en la que participa Mills y tiene algo del “Reckoning” de R.E.M., o con “The Night”, con Tracyanne Campbell, que remite al pop de Camera Obscura.
Pero todas ellas, como las demás, suenan sobre todo a Superchunk. El cuarteto no intenta inventar nada, sino que se mantiene fiel a sí mismo, a la idea que han desarrollado desde sus comienzos. Pero no se limitan a repetirla sino que la refinan, la pulen y la abrillantan en cada nuevo paso, con ángulos nuevos y casi siempre certeros.
Los fans de Superchunk no son seguramente legión, pero sí que son afortunados: es raro que los discos nuevos de unos tipos con muchos años en la carretera generen la ilusión que rodeaba sus primeras creaciones y la banda Chapel Hill, Carolina del Norte, lo sigue consiguiendo.
No hay más que escuchar la magia que crean las voces dobladas de Sharon Van Etten y McCaughan mientras el bajo de Laura Ballance y la batería de John Wurster se aceleran en la emocionante “If You´re Not Dark”, la última canción del álbum, para estar deseando oir la primera del próximo.