Érase una vez un hombre que amaba la música sobre todas las cosas. Había compuesto cientos de canciones, grabado decenas de discos y tocado miles de conciertos, en grandes estadios y en garitos mínimos, en países remotos y al lado de su casa.
Una tarde, mientras hacía tiempo para subirse al escenario otra vez, se quedó paralizado y casi inconsciente. "Es un mendigo borracho", fue el primer diagnóstico en el hospital. Después de algunas horas y varias pruebas, los médicos determinaron que había sufrido un ictus y anunciaron que difícilmente podría volver a tocar su guitarra.
Entonces, mientras nuestro héroe permanecía con la consciencia dormida en la Unidad de Cuidados Intensivos, soñó que por sus venas conectadas al gotero comenzaba a correr un extraño y espeso fluido compuesto por notas musicales y palabras que, poco a poco, iba inundando sus neuronas. Cuando despertó pidió que alguien apuntara todo lo que recordaba. Casi a la vez supo que la música le curaría, que volvería a tocar y que esas notas y esas palabras serían su próximo disco.
La historia es real y su protagonista es Scott McCaughey, líder, compositor y artífice de Young Fresh Fellows, Minus 5 o Baseball Project, guitarrista de apoyo de REM durante muchos años y distinguido colaborador de múltiples bandas, entre ellas las de Alejandro Escovedo, Robin Hitchoock o M. Ward, por citar algunas de una lista sencillamente interminable. Una verdadera leyenda del rock & roll, tan reverenciada por los que han seguido sus pasos y han disfrutado de su talento como desconocida para la mayoría.
El disco que salió de aquellas ensoñaciones hospitalarias se llamó "The Stroke" y se publicó en 2018, apenas un año después de que Scott sufriera el infarto cerebral. Según ha contado, la música fue la clave de su recuperación desde el primer minuto, y con esfuerzo y pasión logró volver a tocar su querida guitarra y a aprenderse todas las canciones -deben ser casi infinitas- que su cabeza había olvidado súbitamente. En el difícil proceso el artista se mostró conmovido por el enorme apoyo afectivo y material recibido de compañeros y fans.
Recorrer la trayectoria musical de McCaughey desde que a principios de los ochenta encabezó a los desde entonces y ya por siempre jóvenes y frescos Young Fresh Fellows, exigiría una enciclopedia. Sus páginas más brillantes, sin duda, son las que ha escrito como compositor de canciones. Ninguna ha escalado las listas de éxitos, pero muchas ocupan un puesto de honor entre las favoritas de un buen puñado de incondicionales del Rock & Roll.
La brillante vuelta de McCaughey con "The Stroke" y Minus 5 culmina ahora con una nueva y jugosa entrega de su banda de siempre, los Young Fresh Fellows, llamada "Toxic Youth".
JUVENTUD TÓXICA
El álbum fue grabado en 2017 pero ve ahora la luz y supone no solo la vuelta de los Fellows tras ocho años de silencio, sino el broche dorado y final de la historia de los Egg Estudios y el productor Conrad Uno, personaje capital del rock independiente de Seattle en los ochenta y noventa que alcanzó el éxito masivo con The Presidents Of The United States.
Los Young Fresh Fellows ya estaban allí mucho antes de que el grunge hiciera a Seattle la capital musical del mundo, e inauguraron los Egg, así que el círculo se cierra casi cuatro décadas después con "Toxic Youth" -subtitulado "Back to The Egg"- que no desmerece la leyenda de los estudios.
McCaughey y sus compinches, Kurt Bloch, Tad Hutchison y Jim Sangster, llegaron con tres canciones y salieron con 17, doce recogidas en el álbum y las otras también disponibles en "Exit Ramp". Como de costumbre, combinan su pasión por los clásicos -Kinks, Who, Zombies-, con su alegre frescura ramoniana y su peculiar e intransferible estilo. Todo ello fue resumido hace ya algunas décadas en el título de una de sus canciones: "Two Guitars, Bass, and Drums".
El disco comienza con un póker de standars de la factoría Fellows: "November" y sus coros sesenteros; "Never Had It Bad", con su riff killer y su sabor ramoniano que se mantiene en la urgente y festiva "Gear Summer"; y "Becky Doll", un cadencioso dueto entre McCaughey y Coco Hames (The Ettes) al que acompaña un "terrorífico" video.
Después la banda da rienda suelta a su docto e inagotable catálogo rockero, desde el garaje a la psicodelia, con estribillos, guitarras desbocadas, letras mordaces y humor corrosivo. Nada que no hayan hecho antes, pero que suena tan punzante e inspirado como en 1984, cuando inauguraron su carrera con "The Fabulous Sounds of the Pacific Northwest".
La fiesta concluye con una sentida elegía al rock and roll, "Bleed Out", en la que McCaughey resume cuatro décadas de diversión, miserias en la carretera y, por encima de todo, pasión por la música, rematada con una orgía de guitarras cortesía de Kurt Bloch, que se luce como en los tiempos de sus legendarios The Fastbacks.
"Cómo odié que en los 80 no hubiera realmente ningún momento de gloria
¿Dónde están el sexo y las drogas? / No hay sexo, no hay drogas
¿Por qué estoy aún durmiendo en esta alfombra?
Porque estoy casado en cuerpo y alma con esta vida
Bien, cogeré la navaja Byron / y sangraré rock & roll"
Y es que como saben todos los que les siguen en España -Munster Récords dixit-, los Fellows siempre fueron los mejores.