Qué turbador, qué difícil enfrentarse al nuevo disco de Ryan Adams, que aparece en las plataformas digitales sin aviso previo y que es de una belleza intensa. Se titula 'Wednesdays' y se esconde tras una portada de museo: el cuadro 'La Estación del Norte', de Siebe Johannes ten Cate. 

Las canciones que llenan esa estación son trenes desvencijados, que no prometen un viaje de placer. Más bien de dolor. ¿Cuántos pasajeros se atreverán a ocupar un asiento?
 
Hace ya casi dos años que Ryan Adams desapareció del mapa tras ser acusado por exparejas y compañeras de profesión -Phoebe Bridgers entre otras- de todo tipo de abusos y conductas deplorables. A la industria musical se le cayó un mito, la del cantautor de alma sensible, generoso además con las jóvenes promesas con las que compartía giras. Parece que sus favores no eran a cambio de nada.
 
Adams pidió perdón, anunció que se sometería a terapia y salió del mapa. 
 
Su regreso con 'Wednesday' llega acompañado por un mensaje en el que agacha la cabeza y solicita permiso de entrada: "Este disco no hace bien a nadie mientras acumula polvo. Es hora de dejarlo partir. Es un mapa de los días que ya no están. Lo entrego a cualquiera que lo necesite, con amor y humildad, con la esperanza de que alguien  encuentre un refugio en estos tiempos de tormenta". 
 
Musicalmente, al menos, Adams es otro Adams. Canta de forma distinta, con preferencia por los tonos agudos, por emplear solo un hilo de voz. Las canciones, escritas ya hace tiempo, llegan en el esqueleto: el rasgueo de una guitarra y poco más. "Back to de Basics", ha descrito él. Muy de vez en cuando se cruzan una armónica, unos violines o un teclado. No hay más historias. Solo en 'Birmingham' se anima a acelerar el ritmo y le sale una canción espléndida que podría firmar Neil Young.
 
 
 
Es un álbum tristísimo. Los títulos de las canciones dejan lugar a pocas dudas: "¿Quién va a quererme ahora si no eres tú?", "Perdido en el tiempo", "Un paseo en la oscuridad"... Y las letras confirman el tono gris oscuro, muy oscuro. La soledad, el alcohol y las lágrimas están siempre presentes. Si Adams quiere dar pena y ofrecer la imagen de un ser desvalido, lo consigue.
 
"Fumo cigarrillos bajo el calor mientras miro a los flamencos desde el balcón del hotel. Mi cabeza estaba en llamas y los camareros lo sabían. Escrito en la pared, en cursiva, 'Hemos terminado'. Y la banda tocó 'The Safety Dance' mientras yo lloraba solo en el taxi", canta en "Wednesdays". Cuando se trata de recrearse en la pena, Ryan Adams consigue imágenes únicas.
 
 
 
"Dreaming You Backwards" recupera el mejor estilo 'vanmorrisiano' que tanto cultivó en álbumes anteriores. Y nos hace el favor de devolvernos a los mejores Simon & Garfunkel o recordarnos la emotividad de Ryan Binghan en la impresionante 'Poison and Pain'. Qué canción superlativa, qué manera de parar el tiempo. Adams repite el título de uno de los temas de su inédito 'Destroyer' del año 2000, pero esto es otra cosa. Una maravilla para escuchar en recogimiento, para estremecerse y ver pasar fantasmas.
 
"En algún lugar oscuro, antes de que salga el sol, con las persianas bajadas y las puertas cerradas, te reduzco a escombros debajo de mi coche, hasta que no puedo distinguir el veneno del dolor. En algún lugar, el amanecer, las tiendas están cerradas y podría pintar tu nombre en la playa con spray y nadie lo vería. Te reduzco a veneno debajo de mi coche hasta que el mar se lleve todas mis preocupaciones. Mis demonios, que tanto se aburrieron de soñar, el alcohol y la libertad. Un rey sin reina, un rey sin reino. 
 
Estaba tan mal por mi cuenta, dibujando mapas dentro de mi alma a lugares a los que nadie va. Me desperté confundido, mirando el teléfono, esperando escuchar tu voz otra vez. Me siento ligero, vacío, hundido. No sé para qué sirve el amor. Solo, como si no supiera sobrevivir. Y loco. Hasta que no pueda distinguir el veneno del dolor". 
 
Ufffff... 
Inevitable pensarlo: ¿qué sentirán sus víctimas al escuchar estas palabras?