Los hechos parecen haberse conjurado para que el mensaje de Billy Bragg esté ahora tan vigente como hace 35 años, cuando disparaba sus primeras tonadas contra el thatcherismo. Lo resumió el artista en una divertida adaptación del clásico de Dylan que tituló 'The Times are A-Changin' (back)", o sea, los tiempos están cambiando pero para volver hacia atrás.
Bragg compareció en Madrid armado con dos guitarras y un repertorio lleno de mensajes contra el cinismo y la indiferencia y a favor de la empatía y la lucha. Nada nuevo para alguien que ha fundamentado su carrera en el compromiso político y social, y muy apropiado si tenemos en cuenta que el concierto formaba parte del Festival LaborArte, organizado por la Organización Internacional del Trabajo. ¡Gracias, OIT!
Con un público entregado, aparentemente más conocedor del mensaje que de las canciones, y un sonido espléndido que en ocasiones hacía retumbar la sala pese a lo espartano del formato, el británico comenzó el concierto rasgando su eléctrica con la furia de sus primeros tiempos, cuando un concierto de The Clash le impulsó a convertirse en "political songrwitter", como le gusta definirse.
La energética 'Accident Waiting To Happen' -dedicada a Trump- dio paso a "I Ain't Got No Home', ya con la acústica al hombro, la primera de las versiones que interpretó de Woody Guthrie, uno de sus referentes permanentes.
Después de pedir perdón por no saber hablar español "y tampoco un buen inglés", Trump y el Brexit cobraron protagonismo en sus largas parrafadas, tan llenas de inteligencia como de humor. La música se fue alternando con disquisiciones sobre la política de los sentimientos y el socialismo del corazón ('Upfield'), la otra masculinidad ('Handyman Blues') o los siniestros efectos del cambio climático en Miami ('King Tide').
También hubo espacio, aunque poco, para la vena amorosa, con la falsamente cándida 'Greetings to The New Brunette' o la desesperada 'Must a I Paint You a Picture'.
Picasso, Goya (interpretó un nuevo tema titulado 'El sueño de la razón produce monstruos'), William Blake... personajes tan poco habituales en el discurso de un rockero desfilaron por el pequeño auditorio del Cuartel del Conde Duque de manera natural, de la mano de las disertaciones de Bragg.
La guinda llegó, puño en alto, con 'There Is Power In A Union', una llamada a la necesidad de seguir creyendo y de unirse para luchar y que el británico, al hilo de su propia experiencia, empleó para otra de sus reflexiones: la música no tiene poder para cambiar el mundo, pero sí para unir a audiencias que cambien el mundo.
Para los bises, el bardo de Barking se reservó dos de sus mayores éxitos, 'Sexuality' y 'A New England', con la que cerró el concierto rindiendo homenaje a Kirsty MacColl y a su madre, fallecida ese mismo día sin haber podido hacer justicia a la intérprete. MacColl murió atropellada por una lancha acuática en México en 2000 y su versión del tema, que hizo de 'A New England' un éxito masivo, incluía una estrofa extra que Bragg también cantó.
Como dice Mr Bragg, la música hoy ya no es un medio de expresión mayoritario y es posible hacer política, luchar y protestar desde muchos lugares: twitter, facebook, youtube... Pero solo si sabes tocar la guitarra -o si juegas muy bien al fútbol, dijo- te pagan el billete para que puedas hacerlo en Madrid o Nueva York y serás capaz, incluso, de llenar un estadio.