Empieza a sonar la guitarra y se abre la puerta. Entra el riff y las luces se encienden. Estalla el estribillo "¡Shake, some action's what I need!", y cuando gritas para acompañarlo sientes que siempre es viernes por la noche, que el mundo es un lugar maravilloso y que todo lo demás... ¿a quién le importa? Al menos durante tres minutos.
En 1976 "Shake Some Action" se convirtió en himno para todo un universo rockero, reducido pero militante, y así se mantiene, inalterable al paso de las años, como uno de los grandes clásicos del power pop, con esa fórmula intangible del género que convierte la juventud en un estado permanente.
Su publicación coincidió con el estallido del punk en el Reino Unido y los Flamin Groovies, nativos de San Francisco, fueron asociados a un movimiento con el que poco tenían que ver, excepto por la inmediatez y energía de las canciones que, en su caso, remitía a los grupos "beat" de los sesenta.
"Shake Some Action" abre el álbum del mismo título, que supuso un giro estilístico total para los Groovies. Si hasta entonces habían cultivado el rock and roll abrasivo y bluesero, con la salida de la banda de Roy Loeney y la toma de los mandos por Cyril Jordan abrieron la etapa que podríamos llamar, simplificando, "Beatleliana" (los Byrds y los Stones también se dejan oir).
El mes que viene estarán por aquí los Flamin Groovies, repitiendo su exitosa visita del año pasado y con la formación al completo, Looney incluido. Todos sobrepasan los sesenta, pero cuando Chris Wilson cante el estribillo de "Shake Some Action" ellos y su público serán eternamente jóvenes por tres minutos. Y todos necesitaremos un poco de acción.
Decenas de grupos han grabado la canción, así que es difícil quedarse con una versión. Subir unos grados el ritmo y la potencia de las guitarras, como hacen los noruegos Yums Yums, le sienta de maravilla a la original.