Confiesa Josele Santiago que, cuando levanta la vista y mira lo que le rodea, siente un irremediable malestar que de forma consciente traslada a sus canciones. La colección reunida en 'Transilvania', el trabajo que acaba de sacar al mercado, sangra por esa herida.

Lo hace a la manera de Josele, sin ápice de tristeza, de una forma que discurre entre la burla y el cabreo, como se comprobó en la presentación del disco en el Teatro Arlequín de Madrid.

El formato entrevista-concierto, ideado por la emisora Carne Cruda para sus convocatorias  "En crudo y en directo", parece hecho a la medida de la espléndida madurez del líder de Los Enemigos, que canta y escribe mejor que nunca, opina con arrojo pero sin dar lecciones de cualquier tema que le pongan delante y aplica el formato acústico tanto a sus canciones como a sus palabras: lo canto y lo digo suave, sin estridencias, pero lo canto y lo digo.

"El bosque", "Cómo reir" y "Ángel" fueron las primeras muestras de sus nuevas sucesiones de imágenes, como llama el autor a sus canciones. Imágenes que, explicó, puede descubrir en un libro, en mitad del campo o en la barra de un bar, aunque para ponerlas en orden, entonces sí, busca el cobijo de la naturaleza.

La sobrecogedora "Un guardia civil" inundó el teatro de un cóctel de inquietud y belleza, servido por la conjunción perfecta de las guitarras de Josele y de David Crahe (Los Coronas).

 "Prestao", "Ovni viejo" y "Que hable el sol" ("Se va cansada de ser un cabo suelto / se ha ido y no volverá / no lo ha dudado ni un momento / Se va incapaz de soportar el tormento / cuyo recuerdo arrastrará en su viaje por el tiempo"... esas letras se Josele aplicables casi a cualquier situación) dieron paso a "Baila el viento", la primera de las dos únicas canciones que interpretó de trabajos anteriores a "Transilvania", en este caso de "Loco encontrao" (2008).

"Magia negra", también de su más reciente disco, y una potente interpretación de "Ole, papá" (de "Las golondrinas, etc", 2004)  cerraron un set breve pero perfectamente hilvanado por  la charla entre Josele y Javier Gallego 'Crudo', una conversación en la que el compositor se mostró tremendamente divertido. Impagables los recuerdos de su infancia, de su familia de pintores y de aficionados al flamenco y de su condición de niño bizco, que todo lo veía doble y vivió durante años sin saber cuál era la imagen real.

Y, para el futuro, un par de promesas: la intención de grabar un disco acústico y la seguridad de que habrá más reuniones de Los Enemigos. Porque haber devuelto a la vida a su grupo original con la grabación en 2014 de "Vida inteligente" es, dijo, una de las cosas de las que se siente más orgulloso.

Es probable que algunos de los espectadores que asistieron cómodamente sentados en el Teatro Arlequín al acústico de Josele, con su sonido exquisito, quedaran al borde de la deshidratación hace casi treinta años en alguno de los extenuantes conciertos de Los Enemigos en la sala Revolver. Donde costaba entender lo que cantaban y lo que tocaban, aunque la fuerza de su música era un cable de alta tensión. Treinta años más viejos y más desencantados, el malestar de Josele ante el mundo que le rodea es el consuelo de quienes le seguimos desde entonces. No estamos tan solos.