En el ADN del rock & roll está, desde sus primeros balbuceos, el machismo, entendido en su expresión más literal. En ese ambiente, el papel de las mujeres quedaba reducido al de fans entregadas, "groupies" o elementos decorativos.
También al de causantes de grandes desgracias entre los "cándidos" varones. Cinco décadas después, una de las mujeres más famosas en el universo del rock sigue siendo Yoko Ono, y no por sus aportaciones artísticas: la leyenda aún la culpa de la disolución de los Beatles. Como si John y Paul fueran dos inocentes criaturas empujadas al abismo por una insondable y malvada fuerza femenina contra la que ellos nada podían hacer.
Sin embargo, en las señas de identidad del rock también ha estado desde siempre la liberación frente a los estereotipos absurdos, las caducas imposiciones sociales y, en suma, contra la injusticia. Por eso también ha funcionado como un poderoso vehículo de afirmación femenina y feminista.
Ya antes del advenimiento del rock and roll, el desafío que suponía ser mujer en un mundo de machos como el "blues" o el "jazz" (en realidad todos los mundos más allá de la puerta de casa eran entonces de machos) tenía un coste elevado, al que en el caso de las reinas de estos géneros, como Bessie Smith o Billie Holiday, se sumaba el negro color de su piel.
También lo tuvo para Janis Joplin, pionera en los terrenos del rock and roll en los tiempos del "flower power," atrapada entre la adicción a las drogas y su frustración por no encajar en el molde construido por la sociedad para las mujeres.
Los grupos de chicas de los sesenta (desde las Ronnettes a las Shirelles, pasando por unas cuantas decenas más) y las intérpretes de soul (Aretha Franklin, Diana Ross, Irma Thomas...) abrieron brecha, aunque casi siempre cantaban temas escritos por hombres.
Jackie DeShannon rompió moldes como compositora e invirtió los papeles: los Searchers se hicieron famosos con sus canciones. Joan Baez, Marianne Faithfull, Jonni Mitchell... A medida que avanzaba la década de los sesenta la visión femenina fue cobrando protagonismo.
La voz de Nico y la batería de Moe Tucker imprimieron su sello en Velvet Underground, quizá la banda alternativa más influyente de todos los tiempos, capitaneada por Lou Reed y John Cale.
Habría que esperar a mediados de los setenta para encontrar al primer grupo de rock enteramente femenino con una repercusión importante, The Runnaways, y al punk y a la nueva ola para que la presencia femenina y, sobre todo, su punto de vista sobre el mundo, cobrara fuerza de la mano de Patty Smith, Blondie, Slit, X Ray Spex, Chrissie Hynde, Souxie, Lydia Lunch, Joan Jett...
A comienzos de la última década del siglo XX la semilla sembrada en el punk cristalizó en un movimiento homogéneo y militante por la igualdad de los derechos de las mujeres, conocido como Riot Grrrls.
Bratmobile, L7, Lois, Tsunami, Sleater Kinney, las inglesas Huggi Bear, bandas compuestas por chicas o encabezadas por ellas, que tocaban básicamente música punk (en algún caso, como 7 Year Bitch, más próximas al naciente grunge), llevaban el empoderamiento y las reivindicaciones feministas al centro de los focos.
El movimiento, que había nacido en el underground de Washington D.C. y Seattle, con el madrinazgo y la inspiración de Kim Gordon (Sonic Youth) y el apoyo de Nirvana, se extendió por Estados Unidos antes de cruzar el Atlántico. Otras bandas, como Babes in Toyland, Hole (Courtney Love) o Breeders (Kim Deal, de los Pixies) mantenían un espíritu semejante.
Fanzines, proclamas sobre los riesgos que afrontan las mujeres sólo por comportarse como quieren, actuaciones en las que subían al escenario mujeres maltratadas a contar su experiencia o se animaba a las seguidoras a situarse en las filas delanteras para evitar tocamientos, chicas que cantaban con las tetas al aire y se rotulaban en el cuerpo palabras como "zorra" o "violación"...
Bikini Kill fueron de las que lograron mayor impacto y mejores discos, con Kathleen Hanna al frente, quien, tras la disolución de la banda, continuó liderando proyectos artísticos con la misma orientación reivindicativa, incluyendo a Le Tigre y a Julie Ruin, aún en activo, hasta convertirse en referencia esencial del rock feminista.
Como ocurre siempre, pronto surgieron las críticas externas que caricaturizaban el movimiento y lo reducían a consideraciones estéticas y cotilleo, por un lado; y las diferencias y los celos entre algunas de sus protagonistas, por otro, con lo que la "Riot Girrrl" terminó desvaneciéndose.
Pero lo sustancial es que, como antes ocurrió con sus predecesoras, el impulso que estas mujeres dieron a la lucha feminista en el rock y los caminos que abrieron siguen inspirando a las nuevas generaciones que se cuelgan una guitarra al hombro y salen al escenario.