"¿Sabes por qué se lame un perro sus pelotas? Porque puede. Los Rolling Stones tocamos a nuestra edad porque podemos" -Keith Richards-.
Cuando los Stones empezaron el rock & roll era cosa de jóvenes, una fiesta a la que los adultos no estaban invitados, un lenguaje cifrado y exclusivo para menores de...pongamos 25. Entonces, pensar en un tipo de 74 años encima de un escenario tocando esa música enloquecida sonaba ridículo.
Pero el rock se hizo mayor de la mano de sus intérpretes y el firmamento rockero está ahora repleto de abuelitas y abuelitos. Venerables o repugnantes; famosos o desconocidos; geniales o estultos... Y no digamos su público. El ridículo ya solo lo hacen quienes todavía no lo entienden.
Ketih Richards acaba de estrenar los 74, pocos días después de la publicación de "On Air", un álbum que recoge grabaciones en distintos conciertos para la BBC de los inicios de los Stones y que ofrece una instantánea precisa de la energía que derrochaba la banda en aquellos tiempos remotos, cuando se aplicaban obsesivamente a reproducir los sonidos de los bluesman que idolatraban.
"On Air" recorre el periodo 1963-1965 y junto a unos cuantos temas inéditos -ocho- incluye versiones primigenias y en directo de canciones publicadas en sus primeros discos. Muchas son revisiones de clásicos -o menos clásicos- de blues, R&B y pioneros del rock and roll como Chuck Berry o Bo Diddley, pero también hay algunas de las primeras compuestas por Jagger y Richards.
Los técnicos han desmenuzado las grabaciones primitivas y después las han reconstruido y mezclado de nuevo en un intento de captar el sonido original de la banda. Y el resultado es una delicia, aunque detrás del interés "histórico-arqueológico" se adivine el insaciable deseo de seguir haciendo caja.
"(I Can't Get No) Satisfaction", "The Last Time", "The Spider And The Fly", "Come On", "You Better Move On", "Crackin' Up", "Everybody Needs Somebody to Love", "Mercy, Mercy", "Cops and Robbers", "Cry to Me"...un auténtico festín, con un sonido tan áspero como arrebatador.
En aquel tiempo los Rolling Stones eran básicamente una banda de versiones, pero después han sido de todo: fabricantes de números uno, cabecillas de la invasión británica, emblema contracultural, mejor banda de rock del mundo, dinosaurios gastados y excesivos, leyenda...
Hace ya tiempo que pasaron a otra categoría: reliquias en vida. Porque a estas alturas ver un concierto de los Stones ya es más un rito, una ocasión de tocar un pedazo de la historia con las manos, que un ejercicio de nostalgia o una simple celebración rockera. El mundo aún mata por verlos, pero seguramente no tanto por su música como para decir aquello de "yo estuve allí".
"Hacerse viejo es un asunto fascinante. Cuanto más mayor te haces, más mayor quieres ser", sentencia Richards. ¿Y quién podría discutírselo?