Si algo se puede decir de Bob Mould es que mantiene una independencia absoluta a la hora de hacer canciones. Injustamente infravalorado comercialmente, es una de las piezas fundamentales en el puzle del rock and roll contemporáneo, donde ha aportado una ya larga colección de discos.
Con nuevo cd en la calle, el noveno en solitario, Life and Times, y un single, de largo título - I'm sorry, baby, but you can't stand in my light anymore- que resume de forma muy nítida las bases de la trayectoria del artista de New York, afincado ahora en Washington, Bob vuelve a facturar un disco donde las guitarras son el hilo conductor de sus canciones. Arreglos que aprovechan las nuevas tecnologías no impiden ver que estamos ante un cantante y guitarrista que solo adorna ligeramente el nucleo principal de sus temas.Tanto Life and times como lifetime, primera y última canción del disco, son dos buenos ejemplos de como un mismo artista puede jugar con su estilo dándole vueltas y revueltas hasta llegar a resultados muy diferentes. Y si lo que buscas es una continuidad con trabajos anteriores escucha MM17, una pequeña joya de su factoría.
Cuando a finales de los setenta apareció Husker Dü, hace ya la friolera de treinta años, sorprendió apretándole las tuercas al punk-rock imperante en el momento, que mostraba signos de repetición, y ya daba paso a la new wave y lo gótico. El hardcore estaba naciendo, con unos tipos que llevaban las guitarras al límite de la saturación, y ver a Grant Hart y Bob Mould sudando como pollos ejecutando sus canciones a una velocidad casi olímpica, era un espectáculo que sin duda llamaba la atención. Mientras los Dead Kennedys en la costa Oeste, le daban al hardcore su dimensión política, Husker Dü sentaba las bases de su faceta pop, y aunque curiosamente no se menciona su nombre con demasiada frecuencia al hablar del género, fueron una de las bandas que lo impulsaron, siendo también una de las primeras en firmar con una multinacional, aunque, eso sí, con poco éxito. Pero Bob Mould, sin duda es un personaje inquieto, y cuando su camino parecía que estaba marcado, empezó a suavizar las formas y a alternar la distorsión con la acústica, y a perder adeptos y ganar otros nuevos con sus vaivenes. Con Sugar siguió jugando a lo mismo, y desde que está en solitario no se ha conformado con componer canciones fiel a su estilo, sino que se divierte dándole giros y experimentando con sus guitarras. Una vida personal plagada de contradicciones, desde un consumo, ya abandonado, de drogas y alcohol o su afición a las peleas de lucha libre americana, no ha impedido que Bob Mould se acerce a los cincuenta años en plena forma, pese a que en cada disco sus detractores y admiradores cambien sus posiciones.