Locales escondidos en el subsuelo urbano, bares canallas con costra de humo en las paredes, garitos perdidos en el extrarradio más oscuro... Después de haber visto tocar a Paul Collins en multitud de ocasiones en lugares de esa índole, toparse con el músico estadounidense sobre el escenario efímero de la plaza de un pueblo fue como encontrar nuevos sabores en el plato de siempre.
 
El bucólico Liérganes, uno de esos lugares con encanto que se prodigan por Cantabria, tuvo la feliz idea de contar con Collins para llenar de ruido sus callejuelas y animar una pequeña fiesta de la cerveza, que resistió en pie bajo la lluvia. Todo ello a la sombra de las montañas del valle del Miera y a un paso de Los Picos, un whisky bar que es desde hace años el principal bastión del rock en la comunidad cántabra.
 
Tras el excelente aperitivo servido por Mad Mule y Aitor Ochoa, Collins se subió a la tarima con su habitual simpatía y su español sin complejos para congregar a seguidores habituales, vecinos del pueblo y turistas accidentales en torno a los clásicos de su repertorio.
 
‘Let Me Into Your Life’, ‘Rock’n Roll Girl’, ‘All Over The World’, ‘I Still Want You’, ‘Walking Out of Love’... Collins dio un buen repaso a sus primeros años, incluida la etapa de The Nerves (‘Hanging on The Telephone’, ‘When You Find Out’) y pasó de puntillas sobre su último disco, ‘Out of my Head’, pese a estar en periodo de promoción.
 
Acompañado por su formación española de siempre, con Octavio Wink a la guitarra, Juancho López al bajo y Ginés Martínez a la batería, el neoyorquino se explayó durante una hora larga y aprovechó la tregua concedida por la lluvia para ser generoso con los bises y dejar un sabor excelente en un entorno poco habitual. Con las montañas cántabras de fondo puso punto final a su gira de esta temporada por España. 
 
Volverá, como siempre, pero se marcha tras comprobar que el campo le sienta bien.