"Si hubiera algo de justicia en este mundo, yo sería la telonera de Willie Nile, y  no él el mío" (Lucinda Williams). 

Sobre Willie Nile siempre se cuenta su historia de perdedor, de artista de talento al que la suerte le hace una peineta permanente. No es una historia distinta a la de muchos otros. El universo del rock & roll está lleno de nombres que se ganan la vida a duras penas con la música, o no se la ganan, pero cuyas canciones son leyenda para un más o menos reducido grupo de fieles.

Nile lleva suministrando su delicioso menú desde 1980. Comenzó entonces una carrera tan discontinua temporalmente como constante en calidad.

Tras grabar sus dos primeros álbumes, "Willie Nile" y "Golden Down", problemas contractuales con su discográfica le mantuvieron fuera de circulación diez  años. Llegó entonces "Place I have Never Been" (1991). 

Fueron necesarios otros trece años para su siguiente visita al estudio, "Beautiful Wreck of the World". A partir de aquí las cosas cambiaron y el señor Nile ha grabado con regularidad, protagonizando un hecho insólito: con  58 años publicó el maravilloso "Streets of New York" y, desde entonces (este año cumple 68),  ha hecho otros cinco discos, todos sobresalientes. Así que su "edad de oro" ha comenzado casi a los 60.

Natural del estado de  Nueva York ("es tan bueno que no puedo creer que no sea de New Jersey", dice Steve Van Zandt) , su música siempre se ha movido en las coordenadas del rock clásico, con pasión y mensaje. Entre la conciencia social y la poesía urbana. Los Clash y Bruce Springsteen. Los Stones y Woodie Guthrie. Desde luego, con carisma y estilo propios.

Yo le conocí en 2006 gracias a "Streets of New York". Comprobé entonces que en España los fans que le seguían eran un grupo reducido pero le veneraban.También advertí que disfrutar de un artista de semejante talento en una sala donde no cabían más de 300 personas era un gran privilegio, aunque desgraciadamente hubiera que agradecérselo a su infortunio comercial.

Así que me convertí en asiduo a sus conciertos y a sus discos y por ahora nunca me ha decepcionado, porque al contrario de lo habitual, valen más de lo que cuestan. Y además, al comprarlos experimento la grata sensación de estar contribuyendo a una causa justa, la de que Willie Nile siga tocando y grabando.

"World War Willie" es su nueva entrega. Tras "If I Was a River", un disco acústico dominado por el sonido del piano,  Nile recupera sus constantes habituales recorriendo todo el espectro rockero.

Desde preciosas baladas como "Runaway Girl", con ecos de Paul Westerberg, hasta rock and roll en estado puro como "Bad Boy" o "Hell Yeah", pasando por  tiempos medios rematados con maestría como "Forever Wild", la comunal "Let's All Come Togheter Wild" o la fantástica "Trouble Down in Diamond Town".

Además el toque blusero de "Citibank Nile" y el colofón con una versión vitaminada del "Sweet Jane" de Lou Red.

Seguro que Willie recibirá de nuevo distinciones como la del mejor disco "Under -The Radar" del año (la revista Rolling Stone sobre The Innocent Ones en 2011), o alguien recordará que es uno de los cantantes y compositores más brillantes de los últimos 30 años en EEUU (New Yorker, tras "American Ride", en 2013). Y Bono, Springsteen o Pete Townshend se rendirán una vez más al trabajo de su colega de Buffalo.

Si toca cerca de tu casa hazme caso, no te lo pierdas.  De propina, entre canción y canción sacará de la chistera alguna historia fascinante, sobre un encuentro en Nueva York con Bo Diddley, el piano que tocó John Lennon por última vez... o te lanzará un pequeño discurso avergonzándose de la política de su país (la del nuestro se ve que no la conoce).

Pero sobre todo, el rock and roll tomará cada centímetro de tu piel y mientras dure el concierto el mundo será un sitio estupendo.