Los nuevos trabajos de Ryan Adams, 'Prisoner', e Imelda May, 'Life. Love. Flesh. Blood', llegan envueltos en papeles de color gris: los papeles del divorcio.
Imposible encontrar una crítica de alguno de los dos álbumes que no haga referencia a la influencia de la ruptura de sus autores con sus respectivas parejas: todas las canciones se leen a la luz de esa circunstancia. El chisme por encima del todo.
Se lo han tomado con resignación, pero tanto el norteamericano como la irlandesa han puesto sordina a las interpretaciones fáciles y juran que los temas salieron así como podían haber salido de otra manera, divorcio aparte.
Imelda May, que publica el álbum en abril pero que ha adelantado dos baladones de matrícula de honor, 'Call Me' y 'Black Tears', ha contado que cuando grabó 'Life. Love..." no solo seguía manteniendo una amistosa relación con su exmarido, sino que ya se había vuelto a enamorar y había roto otra vez con una pareja posterior.
Pero si a la noticia de su separación se une su cambio radical de imagen (fuera tupé, fuera estética 'rocker', bienvenida la sofisticación), más un nuevo registro musical alejado del rockabilly que la lanzó al estrellato, May tiene todas las papeletas para que, más que de sus composiciones, se hable ya para siempre del disco de su divorcio, nacido del dolor y del deseo de empezar una nueva vida.
Por si sirve para saltar por encima de los lugares comunes y valorar la calidad que encierra el trabajo, recordar que está producido por T-Bone Burnett, que ha dicho de Imelda: "Nunca he conocido a nadie como ella. Está llena de vida. Me inspiran su honradez y su generosidad. Aún me tiene intrigado".
Ryan Adams, más enigmático y menos expresivo que May, también ha manifestado que lamenta que su disco dé una impresión de tristeza que no se corresponde con la realidad. La verdad es que se lo puso fácil a los que deseaban encontrar en las nuevas canciones rastros de sus problemas sentimentales con títulos como 'Do You Still Love Me?', 'To Be Without You', 'Broken Away' o 'We Disappear'. Pero, ¿cuándo ha estado Ryan Adams en otro plan? 'Starting to Hurt' (2002), 'Love Is Hell' (2004), 'When Will You Come Back Home'' (2005), 'Two Hearts' (2007), 'Save Me' (2011)... no tenían nada que ver con su divorcio y comparten el mismo campo semántico.
Es cierto que Adams se recrea algo más que de costumbre en las letras lastimeras. Y también es verdad que no es un tipo que vaya a llevar la literatura romántica a una nueva dimensión. Sus versos recurren a imágenes mil veces usadas, pero que aún así funcionan gracias a la personalidad de su voz y a su manera tan cautivadora de interpretarlas.
"¿Aún me amas? Pasará un año más. Contaré los días. Otro sol que se pone y yo nunca veré los rayos. ¿Qué puedo decir? No quería que esto cambiara. ¿Está ciego mi corazón? ¿Es nuestro amor tan extraño?", canta en 'Do You Still Love Me?', el tema que abre el álbum a guitarrazos.
'Prisoner', 'Haunted House', 'To Be Without You' y 'Outbound Train' destacan en un disco de clara influencia springsteeniana y que exige una digestión reposada. Los fans incondicionales de Neal Casal volvemos a echar de menos su impronta en la música de Ryan Adams, al que acompañó como guitarrista, compositor y segunda voz hasta 'Ashes & Fire' (2011). Este divorcio sí que nos duele.