¿Es la genética la que determina las capacidades del individuo o al final influye más el ambiente en el que se educa?
Seguro que el estudio de la familia Escovedo, una especie de dinastía en el rock americano, aunque no sea de las que te vas a encontrar en la portada de Rolling Stone o protagonizando un reality, ofrece argumentos para las dos teorías.
Alejandro es una institución del rock de raíces/country alternativo, por definirle de alguna forma, porque su talento no se lleva bien con etiquetas simples. Sus hermanos Coke y Pete son percusionistas que han trabajado con Santana y Herbie Hancock y su sobrina Sheila es también percusionista, para muchos la mejor del mundo, opinión que seguro que comparte Prince, con quien toca habitualmente. Mario, el hermano pequeño, lideró The Dragons, una banda de rock duro.
Y queda Javier, del que va esta historia, un rocker, o un punk rocker, si queréis. Él dice que en su casa no se concebía que alguno de los hermanos no se dedicase a la música y que su madre, cuando él no estaba tocando la guitarra, sospechaba, al parecer con razón, que algo raro estaba pasando.
Javier Escovedo fue uno de los pioneros del punk angelino, con su banda The Zeros, y luego estuvo en True Believers, con su hermano Alejandro. Después de un par de décadas sin apenas noticias suyas, excepto por algunas colaboraciones, como Chariot con miembros de los Posies, o la reunión, reedición incluida, de los Zeros, en 2012 protagonizó un tan inesperado como espectacular retorno con "City lights", una colección de canciones imprescindible para cualquier aficionado al rock en general y al power pop en particular, con melodías tan arrebatadoras como "Tonight is gonna be better", "See you around" , tempos medios como "Our last goodbye" y el colofón, violines incluido, de la deliciosa "Just a dream".
Ahora acaba de editar su segundo disco en solitario, Kicked Out Of Eden, más power que pop, pero variado e igualmente inspirado.
Javier, aparte de guitarrista y compositor, ha sido siempre un gran fan, y todavía habla con inocente reverencia del momento en el que conoció a ídolos como David Bowie, Johnny Thunders, John Cale o Lou Reed.
Esas influencias siguen presentes en su nuevo trabajo, donde hay sitio para guitarras que suenan a los Stooges o al propio Thunders, como "Gipsy Son" o "This side of nowhere", pero también para melodías al estilo Flamin Groovies o Birds, como la preciosa "Just like all the rest", hermosas baladas ("Searchin' for you") o rock and roll al estilo clásico ("Downtown").
Probablemente podremos disfrutarlas en director por aquí, como sucedió con "City lights", porque Javier Escovedo cultiva una relación preferente con nuestro país desde los tiempos en que Munster editó grabaciones de los Zeros.