Sam Roberts es víctima del mismo mal que afecta a otros buenos artistas canadienses: esa sensación de que, si vivieran al sur de la frontera, su música sería más celebrada, más apreciada y mejor difundida. A cambio, graban al ritmo que les apetece, hablan francés, son muy queridos en casa y asisten a los vaivenes de la industria con calculada distancia. Pienso en Daniel Lanois, en Jean Leloup, en Dallas Green, en Ron Sexsmith...
'Them Kids', tema elegido para el lanzamiento del tercer disco de Sam Roberts ('Love at the End of the World', 2008), además de convertirse en un hit en Canadá debería haber formado parte de una campaña de Unicef. ¡Los niños ya no saben bailar rock and roll! Que alguien tome medidas urgentes. La canción es una reflexión apesadumbrada sobre la música, la tecnología y la cultura modernas, que arranca con una larga introducción instrumental y abre fuego con una frase demoledora: "Nadie se siente más solo que los hijos de una especie en peligro de extinción". La especie rocanrolera, me temo.
Roberts eligió al director y especialista en animación Dave Pawsey (québécois, como él) para poner imágenes al tema. Su versión del videojuego Los Sims obtuvo numerosos premios e ilustra a la perfección la rutina diaria de una típica familia de urbanización americana en los 50: el padre de familia como jefe de la manada, el ama de casa a punto de estallar, la adolescente soñadora... y el pequeño músico que acabará tocando en una esquina a la salida del metro, a cambio de unas monedas.
Antes eran los niños los que sabían como dar el paso.
Era un grito desde el fango, ahora solo es un golpe de tos.
No puedo vender mis canciones, así que voy a regalarlas.
No puedo venderme a mí mismo desde que tengo el pelo gris.
Si nadie escucha, ¿quién nos va a oír?
Si nadie escucha, ¿desapareceremos?
Simplemente no puedo comprender
por qué los niños no saben bailar rock and roll.
El trabajo de maquillaje permite asistir al proceso de envejecimiento de Sam Roberts, de niño a joven rocker, luego a melenudo músico callejero y finalmente a anciano en silla de ruedas, siempre con una guitarra en la mano. La verdad es que Roberts tiene ahora 41 años y, lejos de malvivir de la música, se defiende de maravilla con su nuevo proyecto, Sam Roberts Band, en plena gira por su país y muy implicado en la campaña a favor de los damnificados por los incendios en Alberta. Cómo no le van a querer.