Una voz limpia, como si estuviera por estrenar, sobrevoló Madrid y bajó de puntillas las escaleras del Café Berlín, donde llenó de pájaros la cabeza de un entusiasta grupo de afortunados.
La estadounidense Tift Merrit, con disco nuevo bajo el brazo, "Stitch of the World", ofreció un concierto tan íntimo, tan cálido, que no parecía de este mundo. La timidez con la que habla y se mueve por el escenario, su vestido setentero, su melena despeinada... todo tan alejado del artificio que rodea habitualmente la música en directo, pararon los relojes y abrieron un paréntesis a orillas de la Gran Vía.
Acompañada solo por el belga Bart Vervaeck, encargado de hacer llorar el pedal steel y de acompañarla con su guitarra, Merritt apenas necesitó la belleza de su voz para cautivar de forma inmediata, primero con un repaso a su último disco y luego con una selección muy cuidada de sus pasadas composiciones, en especial de "Tambourine" (2004) y "See You in the Moon" (2010), todas en el espectro que reúne al rock con el folk.
Espléndida con la guitarra acústica -solo echó mano una vez de la eléctrica-, en ella se apoyó para interpretaciones muy poderosas ('Dusty Old Man'). Pero estuvo sublime sobre todo sentada al piano, volcada encima del teclado, en temas recientes como "Icarus" o el maravilloso repaso de "Good Hearted Man".
A mitad de concierto apagó amplificador y micrófono e interpretó "All the reasons we don't have to fight" al natural, para demostrar que podía llegar sin ayuda al público de las últimas filas. Vaya si lo hizo. Y contó casi con rubor el día en que Don Henley (Eagles) le pidió permiso para versionar su "Bramble Rose", lo que hizo incorporando las voces de Mick Jagger y Miranda Lambert. Merritt la cantó solo con la suya y nadie echó de menos otra cosa.
Los bises fueron un regalo extraordinario: "Heartache is an uphill climb", una belleza del último disco, de nuevo al piano; y "Stray Paper", su éxito de "Tambourine", para cerrar con la guitarra.
Contó durante el concierto que lleva dos meses de gira por Europa (en otros países junto a Jason Isbell, ¡qué suerte!) y que viaja con su hija de 18 meses. Antes del concierto, dijo, había recorrido con ella todos los parques de Madrid. Por fortuna, cuando se hizo de noche y los niños abandonaron los parques, la voz privilegiada de Merritt transformó el sótano oscuro del Café Berlín en un luminoso patio de juegos.