Hay caminos que te llevan comodamente a esa casita de campo con la que algunos soñamos, con chimenea y vistas espectaculares, donde pasar ese breve rato que estamos por aquí. Pero a veces los caminos tienen cruces inesperados y los sueños se deforman como un papel arrugado. Aloma Rodríguez aprendió esto de la peor forma posible, en primera persona. Conocer a Sergio Algora le auguraba una amistad entrañable, divertida, interesante y si por ellos fuera duradera. Pero esto último falló. A Sergio le dejó tirado su corazón con 39 años. Solo quedó la amistad y la necesidad de seguir la conexión con él a través de la escritura de una novela rota por la sorpresa de los acontecimientos, pero positiva por la personalidad de Sergio, músico, poeta y sobre todo impulsor de ideas.
"Algora era un vitalista y le gustaba la vida" , y la aprovechaba en su expresión musical, con El niño Gusano del 93 al 99, con los que editó Circo luso, El efecto lupa, El escarabajo más grande de Europa y Fantástico entre los pinos; La Costa Brava, con los que editó seis discos, Déjese querer por una loca, Los días más largos, Se hacen los interesantes, Llamadas perdidas, Costabravismo, Velocidad de crucero y Futuros padres. Como poeta, Algora publicó Paulus e Irene, Otro rey, La misma reina, Cielo ha muerto y Los versos dictados, además de relatos, e incluso una pieza teatral.
El autor de Mi última mujer, canción de cuyos versos se extrae el título del libro recibe un merecido homenaje de su compañera en el Bacharach, Aloma Rodríguez, en su cuarto libro editado, al igual que los tres primeros, por Xordica.