De vez en cuando me da el golpe de edad y los recuerdos más que aparecer me atacan. No son exactamente historias del abuelo Cebolleta, aunque ocurrieran en el siglo pasado (uy que mal suena esto, voy a tomarme el omeprazol, que me da ardor de estómago). Tampoco están cargadas de nostalgia, ni vienen a decir que antes todo era mejor ni plantean la pregunta de ¿y si en vez de eso hubiera hecho aquello?; a lo mejor son solo datos que no llevan a ninguna parte o son pequeñas ráfagas de información que ayudan a tomar decisiones.
Lo cierto es que los recuerdos me dicen que todo cambia, de forma apabullante en los últimos años, y la música, y todo lo que la rodea, también. Dale Cebolleta: a principios de los setenta apareció en mi casa el magnetofón (con tilde en la última o) Philips, maravilla de la técnica que incorporaba un kit de micrófono que se insertaba con una conector din. No, no me llaméis prehistórico listillos, los conectores din abundan en los teclados de ordenador. Bueno vale , el Philips sí que era un poco primitivo. Ahí sonaron desde Los Beatles hasta Simon y Garfunkel durante unos años, sin potencia pero sin pausa, que el cacharro era lo más de lo más del momento. El magnetofón permitía escuchar y grabar, lo que pasa que las cintas de cassette vírgenes en aquel momento eran caras y teníamos dos para toda la familia, con lo cual lo de grabar estaba restringido.
El aparato en cuestión era éste. Ahí sonaron Redbone y Los Jackson Five, con un Michael canijo pero bailongo, con un vozarrón de impresión. El novamás del momento fue ponerle el altavoz del tocadiscos al magnetofón (seguía acentuado) con lo cual tuve mi primer stereo que ni era stereo ni se le parecía, pero que daba alas a mi afición musical. Ahí aparecieron las cintas tdk, importadas de las Islas Canarias y compradas a menudo en los decomisos de la C/Arenal, donde ahora está la casa del Ratoncito Pérez (Casa-Museo recomendada para niños en edad de merecer los favores del Sr. Pérez).
Esto es embarazoso, pero hay que decirlo. ¡Venga Cebolleta dale! Sí, en mi familia nos compramos un comediscos, no se puede estar orgulloso de ello, pero así fue.
Cuando he visto su imagen en internet, de color azul, como el mío, me ha dado un vuelco el corazón. No podía imaginarme verlo de nuevo. Alguien lo tiene todavía, el mío no aguanto el trasiego de llevarlo en el Seat Seiscientos de vacaciones.
Luego llegó el radio-cassette Sanyo y un poco más adelante el tocadiscos Philips. Ah, empieza la era de la Alta Fidelidad, diréis. No exactamente.
Luego sí, llego la Hi-Fi. Bueno, tampoco exactamente. Hubo un periodo en el que empezaron a aparecer los aparatos de alta fidelidad en formato torre. Esos artilugios, abandonados ahora en esas cápsulas de cristal que hay en las macro tiendas con unos precios elevados, también tenían un precio prohibitivo hace años, con lo cual muchos nos tuvimos que conformar con ¡el compacto!. El compacto, en mi caso el Dual, sonaba mil veces mejor que el radio cassette. El Lp no se salía por los bordes y la cápsula Shure se renovaba de vez en cuando para que aquello siguiera teniendo buena calidad. Por cierto, sonaba bastante mejor que un mp3. Hala, ya salió el Cebolleta diciendo que todo era mejor antes. Pues sí, de sonido andabamos algo más puretas, ahora que ni conciertos ni dinero para comprar discos, así que seguíamos yendo a por las Tdk, antecendente evidente del formato mp3.
Luego llegaron muchos aparatos, el Walkman de Sony, las minitorres o los superradiocassettes molesta-campistas, que tenían su función y un precio más o menos asequible. Pero si hay un aparato que era totalmente de élite, solo para iniciados, un mundo aparte, era el magnetófono Revox. La palabra pasó de ser aguda a ser esdrújula y el cambio de nivel mayúsculo. Aparte de que eran caros, el Revox tenía dos tipos de usuarios, los profesionales y los frikis. Los primeros fueron los estudios de grabación, en tiempos del rock sinfónico se utilizaban a tutiplén, las emisoras de radio los utilizaban para grabar cuñas, y durante años fue el objeto codiciado de todo músico que suspiraba por poderse autograbar con un mínimo de calidad. Luego estaban los frikis, que eran muy frikis, porque se gastaban un pastón en un multipistas para poder grabar un disco y luego escucharlo al revés a ver si había algún mensaje satánico. Y todo esto para contar que la cosa ha cambiado y sigue cambiando. Que spotify domina ahora, que Bandcamp sigue peleando, y que Myspace se quedó en el camino, como twenty o las acciones de Terra, y el community manager ahora es el estratega digital. Todo ha cambiado menos...nada, todo ha cambiado.
Pd. Si pones compacto Dual en google sale.... ¡un vater!