Introduciendo variantes y cromatismos instrumentales inéditos en sus dos anteriores trabajos ("Magia Azul" y "Los Años Luz"), el tercer álbum de Félix Lineker hace justicia tan poética como real a su titulo.
Porque si a la labor de Charlie Bautista a los controles añadimos su talento como productor, arreglista y músico de sesión, entonces su implicación se me antoja ciertamente definitiva en el proyecto. Suyas son la multitud de capas de teclados, guitarras eléctricas en su mínima expresión y percusiones de orgánico y revelador resultado.
Según palabras del propio líder del grupo, Jeremy Fury, la intención del quinteto neoyorquino era plasmar un trabajo merecedor del titulo de nuevo clásico del Rock Americano. Difícil precisar si esto se ha conseguido al cien por cien, pero el resultado ha merecido la pena.
El tercer episodio de los Harlequins despertó el entusiasmo del lugarteniente de la E Street Band, Little Steve Van Zandt, que se deshizo en elogios nada más escuchar el álbum con su incisiva producción con referente en la vertiente más ochentera de la primera New Wave.
Cuando una canción se te agarra la yugular, lo más sensato es no oponer resistencia. Cuando una guitarra acústica anuncia, como los relámpagos antes del trueno, que el siguiente riff va a ser tan demoledor como tu olfato presiente. Pues bien, así da comienzo el segundo álbum de The Sparklers.
Arrancar un álbum con una pasada como "Prisoner of war" no es tarea fácil, ni está al alcance de cualquier mindundi. Y es que en ella se concentra la esencia y la herencia de nombres como The Records, Blue Ash o The Infidels. Armonías de primera división para un "chorus" monumental como pocos.
Un artefacto que se enciende con una mecha tan incendiaria como "You know" solo sirve para avisarte de la gran detonación que se avecina. Y es que lo último de esta experimentada banda de New England no puede ser más conmovedor.