Loca total. Crazy. Crazy como ninguna. Crazy como todas. Una loca de la música. Con una voz capaz de volverte loca. Así era Patsy Cline.

Le gustaba llamarse Virgina Patterson pero tuvo que llamarse Patsy. También le gustaba el country, pero tuvo que suavizar sus canciones con arreglos más comerciales. Prefería actuar con típica ropa vaquera, pero a menudo le pedían que llevase incómodos vestidos de fiesta. Le gustaba vivir sin freno pero murió en accidente de avión nada más cumplir la treintena. Una de las voces más hermosas de la historia de la música se apagó hace ahora 56 años, un 5 de marzo de 1963, contra el suelo de un bosque de Tennessee.

En su corta carrera profesional de apenas seis años (1957-1963) Cline revolucionó la escena del country como ninguna otra mujer lo había hecho antes ni lo haría después. Y alcanzó una de las cumbres melódicas de todos los tiempos, de todos los géneros, de todos los mundos posibles, cuando grabó en 1961 la ya para siempre clásica 'Crazy', un tema compuesto por Willie Nelson y que estaba destinado al cantante Billy Walker.

El tejano consideró que esa letra que describía de forma desgarrada una incontrolable locura de amor "era una canción de mujeres" y se negó a grabarla. Qué bien. El propio Nelson, sin saber qué hacer con ella, la incluyó en su primer disco.

Cuenta la leyenda que un día andaba Willie Nelson borracho en un bar y puso su canción en la 'jukebox'. En parecidas circunstancias estaba por allí el marido de Cline, Charlie Dick, que la escuchó y tuvo el presentimiento de que su mujer prendería una hoguera sobre cada escenario si se hacía cargo de esa composición. Un par de meses después el tema cantado por Cline estaba en el mercado.

'Crazy' ha sido interpretada por docenas de cantantes. Pero solo la voz inigualable de la virginiana la convirtió en una obra suprema. Para ser consciente de la exigencia vocal de la canción solo hay que hacer, preferentemente a solas, el humilde intento de cantarla. Es imposible lograrlo sin caer en el ridículo. No está al alcance de una voz normal. Patsy Cline borda cada nota. No se puede cantar mejor.

“Loca. Loca por sentirme tan sola. Estoy loca. Loca por sentirme tan triste. Sabía que me querrías mientras te apeteciese y que luego, algún día, me dejarías por alguien más. ¿Por qué me permito estar inquieta, preguntándome qué diablos hice? Estoy local por pensar que mi amor podría retenerte. Loca por intentarlo, loca por llorar y loca por quererte”. Eso es todo. No hay más que añadir.

Cuando tenía 16 años unas fiebres reumáticas le afectaron la garganta y Patsy descubrió en su voz texturas que desconocía.

A los 20 se casó con el contratista Gerald Edward Cline, del que tomó para siempre el apellido pero del que se divorció cuatro años después: ella quería cantar profesionalmente, tras demostrar sus virtudes vocales en concursos de radio, y él la prefería como ama de casa.

Luego se volvió a casar con Charlie Dick, un linotipista al que conoció en un bar y que en otro bar se topó con Willie Nelson y su 'Crazy'. Cuando se encerró en el estudio a grabarla, Patsy estaba convaleciente de un grave accidente de coche y los daños en las costillas le impedían dar las notas altas. Se fue unos días a casa y tras un breve periodo de reposo grabó el tema en una sola toma. De forma brillante.

El éxito de 'Crazy' se unió, superándolo, al que había tenido unos meses antes con 'I Fall to Pieces', tema de Hank Crochan y Harlan Howard que también había sido rechazado por un hombre, Roy Drusky. Otro vaquero asustado de mostrar sentimientos propios de mujeres.

Patsy Cline no distinguió entre sexos cuando se trataba de sentimientos o actitudes. Compartió bares y juergas con los hombres, sin miedo a que su reputación quedara manchada. Ante el micrófono aceptaba ofrecer una imagen glamurosa, pero luego le gustaba poner las botas encima de la mesa.

Fue la primera cantante que exigió ser pagada como los hombres: por adelantado, antes de actuar. Extremadamente generosa, empleaba parte de sus ganancias en cubrir la manutención de otras jóvenes mujeres que querían abrirse paso en la escena del country. Se hizo amiga íntima, hasta el punto de compartir techo, de algunas de sus fans. Llegó a cobrar 1.000 dólares por concierto, pero el dinero y la fama no la alejaron de su gente.

Se dice que predijo su propia muerte, que habló de ella en público como si fuera algo inminente. Mientras grababa su disco 'Sentimentally Yours' se refirió a él como "el último". Había encargado a unos amigos el cuidado de sus dos hijos en caso de que a ella le sucediese algo. Pensaba que su día estaba escrito.

Pese a todos esos temores, el 5 de marzo de 1963, con un tiempo horrible, dos días después de ofrecer tres conciertos benéficos en Kansas City, se subió a una avioneta privada pilotada por su mánager. Randy Hughes no tenía conocimientos para emplear los instrumentos de vuelo en condiciones de pérdida de visibilidad. Incapaz de encontrar su ruta entre las nubes y la lluvia, la nave se estrelló a 140 km de Nashville, su destino, a las seis y veinte de la tarde. Esa hora marcaba el reloj de pulsera de Cline que se halló en la escena del siniestro.

La última canción que grabó y la última que cantó en aquella actuación en Kansas fue ‘I´ll Sail My Ship Alone’

Cuatro años antes, el 3 de febrero de 1959, habían muerto también en accidente de avión Buddy Holly, Ritchie Valens y Big Bopper. "El día que murió la música", se dijo. Una imagen muy bonita pero falsa, porque la música no se muere. Tampoco la de Patsy Cline. Una loca que levantó la voz por todas las locas. Por las que lloran con una canción y por las que se suben al primer avión que pasa.