Desde su consolidada posición actual, el rocker madrileño realiza una décima entrega que me ha ido calando poco a poco y que ya ha conseguido instalarse entre mis favoritas del año. Siempre estuvo claro, desde aquel lejano e incomprendido "Personal" del año 98, que este artista tan tímido como resistente y generoso vivía POR y PARA su oficio: el de fabricar canciones destinadas a perdurar.

Poco importa que desde sus comienzos ya lo emparentasen con referencias, por otra parte muy apreciables, como las de Antonio Vega, Ryan Adams, Dylan, Van (The Man) o Jackson Browne.

Porque Mr. González ha sabido construirse, a base de entrega y fe en sí mismo, una manera de cantar y componer que le hacen, al final, ser verdaderamente ÚNICO. Y es que, de hecho, ya hasta ha creado escuela. Vamos, que desde hace bastante tiempo, el referente es ahora él.

Bajo un evocador título, esta colección alcanza plenamente su objetivo, si es que eres oyente dispuesto a dejar que cada canción vaya creciendo en tu interior poco a poco, en escuchas sucesivas. Solo así se podrá apreciar la madurez musical y la magia poética encerrada en cada uno de los cortes del disco. Los crípticos significados de unas estrofas, los emocionantes estribillos pensados para que cada uno encuentre su propio mensaje. Las melodías son marca registrado de la casa. Folk Rock clásico al que no le habría importado poner su firma al mismísimo Levon Helm o al Stephen Stills de la época Manassas.

La banda suena, sólida, totalmente ensamblada con las intenciones del protagonista. Músicos y producción al servicio de lo que importa de verdad: LAS CANCIONES. Bajo un bonito y evocador título se van desgranando relatos sobre detectives despistados en terminales de autobuses. Sobre sublimes estrechamientos cardíacos. Sobre amores de perdedor en carreteras secundarias. Baladas mínimas y nocturnas con referencias al olvidado Lyle Lovett. Efluvios de country irlandés. Medios tempos con aires de vals urbano.

Relámpagos de Rock'n' Roll dentro de un vetusto y desfondado Ford Capri del 82. Aromas de Randy Newman y The Band en la canción que encierra el titulo genérico del álbum.

Y para cerrar la función, una de las composiciones que serán emblemáticas en su repertorio, ya de por sí cuajado de incontables obras maestras. Así, a corazón abierto surge esa balada memorable titulada "La casa de mis padres". Como los verdaderamente grandes, el Sr. González nos demuestra a todos que aún tiene, en su guitarra y en su corazón, mucho Rock'n'Roll por ofrecer. Y, además, en español. Como tiene que ser.