Dos días después de cumplir 61 años. Año y medio después de grabar su último disco. Un mes después de asomarse a Twitter por última vez. Una semana antes de su próximo concierto. Así ha muerto Greg Tropper, un escritor de canciones inmenso, de talento sigiloso.

Le adoraban sus colegas, que nunca se explicaron (lo mismo que sus seguidores) por qué no llegaba a un público más amplio. Steve Earle confesó que una vez casi enloquece de celos tras escucharle cantar 'Little Sister', que inmediatamente incorporó a su repertorio. Cuando hace dos años Trooper reveló que padecía cáncer de páncreas, la profesión le arropó con un cariño que ahora se ha quedado pequeño, comparado con la enorme consternación que ha causado su muerte.
 
Procedente de la inagotable cantera de compositores y cantantes de Nueva Jersey, Greg Trooper forjó su carrera sobre las tablas de todo Estados Unidos: Nueva York, Texas, Kansas, especialmente Nashville. A veces trovador, a veces vaquero, a veces 'showman', sus canciones sobre la vida, la guerra, el amor, los paisajes de su biografía, fueron maceradas en directo, sin prisa, y quedaron plasmadas con vibrante proximidad en sus trece discos. Tres de ellos son en vivo: "Between A House And A Hard Place" (2002), "The Backshop Live" (2006) y "Live At The Rock Room" (2015), su legado final.
 
Entre sus álbumes de estudio, "Everywhere" (1992), "Noises in the Hallway" (1996), "Straight Down Rain" (2001) y "Upside-Down Town" (2010) fueron los mejor recibidos y dieron sucesivas pruebas de que su inspiración se mantenía muy por encima de la línea de flotación a lo largo de los años. El cruce de caminos en el que coinciden el rock de raíces, el folk y el country estaría huérfano sin un poste con el nombre de Trooper.
 
Su carrera incluye composiciones de exquisita sensibilidad, como "Ireland", "When My Tears Break Through", "Halfway" (acompañada de la guitarra deliciosa de Buddy Miller) o el alegato antibelicista 'Everywhere', en el que un soldado muerto en la II Guerra Mundial cuenta sus recuerdos de trinchera.
 
 
"Fíjate en esos ojos rasgados que vienen por la colina / para pillarnos por sorpresa / Es hora de matar o de ser matado / Aquí y allí, es lo mismo en todas partes, / un niño llama  a su madre antes de morir por su patria. / Toda mi vida quise ser / tan listo y tan fuerte como mi mejor amigo Lee. / Crecimos juntos en Half Moon Bay, / Lee era japonés, nacido en Estados Unidos. / Cuando Tom estaba luchando contra Jerry junto al río Sena / Lee y yo queríamos hacer lo mismo. / Entonces bombardearon Pearl Harbour al amanecer / y a mí me enviaron a aquellas islas mientras a Lee se lo llevaban / Dijeron que con esos ojos rasgados / era sin duda culpable, / un espía enviado por los enemigos para sabotear la tierra de la libertad".
 
Billy Bragg incluyó una versión de este tema en su disco de 1991 "Don't Try This At Home".
 
 
 
Romántico visceral, huyó siempre del tópico en sus canciones de amor: "Cuando estoy contigo me crecen dos alas en la espalda y vuelo por toda la habitación. Es tan real como eso"; "No siento pena ni dolor cuando me dejas tirado. Pero cuando me dices que mañana volverás, entonces sí, entonces es cuando me pongo a llorar"; "¿Dejarás que este rey de los necios se quite la corona? ¿Perdonarás mi error? Cuando pienso que aún me quieres me echo a temblar. Y podría volver a mentir si es preciso".
 
Otro de los hilos conductores de la música de Trooper es su marcado sentido del humor. ¿Cómo no reírse con la maravillosa "I'm So French"?: "Cuando estoy en clase soy muy aburrido / en la iglesia estoy tenso / cuando salgo soy muy 'cool' / pero cuando estoy contigo soy muy francés  (...) / como Pepe Le Pew, soy muy francés / Cuando estoy con mis amigos voy de duro / con las chicas hago tonterías / pero contigo sé cómo hacer el amor / Es fácil: ¡soy francés!").
 
 
 
Trooper grabó en discográficas de distinta entidad, desde multinacionales a independientes. En sus últimos trabajos tuvo que pedir la colaboración de sus seguidores para ayudar a cubrir los gastos. También se ofrecía 'en alquiler' para fiestas particulares, en bares o domicilios. Hay por ahí numerosos testimonios de estos conciertos de salón, en los que siempre hacía disfrutar y reír a carcajadas a grupos reducidos. Pocas veces ha sido tan larga la distancia entre la talla de un músico y el tamaño de su audiencia.