Que Paul Collins posee un don especial para escribir canciones no es algo que pueda discutirse. Lo tenía en 1978 y lo tiene ahora.

El primer álbum que grabó con The Beat, en 1979, es reconocido como uno de las mejores discos de power pop de siempre. Había allí unos cuantos pequeños clásicos, alimentos insustituibles en la dieta de muchos bandas de entonces y de ahora.

"The Kids Are the Same", grabado dos años después, supuso en su momento una cierta decepción, sobre todo para Paul y su banda, que vieron cómo a continuación la compañía discográfica ponía un drástico punto y final a su carrera en el "mainstream".

Quizá el álbum no era tan bueno como el primero, pero desde luego había allí algunos himnos imbatibles, por ejemplo la canción que le da título, un tratado de puro y vigorizante rock and roll, o "That's What Life Is All About", con ese irresistible aire a Budy Holly.

Da igual donde vayas, los chicos son iguales en todas partes, grita Paul Collins en "The Kids Are the Same": "no quieren ver la televisión, no quieren conocer las noticias, no quieren escuchar a los políticos, no quieren ir al colegio, no quieren saber nada del futuro del mundo".

La arcadia en tres minutos, la juventud sin fin, descreída, despreocupada, que vive al día. Una fórmula que nunca envejece, aunque lo hagan sus protagonistas, y de la que Mr. Collins es sin duda uno de los principales depositarios.  

 En los primeros ochenta, fracasado su intento de convertirse en estrella mundial, Paul Collins encontró refugio en Europa y en particular en España. Este concierto de 1984 en La Edad de Oro, en TVE -cuando sólo había dos cadenas-, no suena muy bien, pero es un excelente testimonio del momento.

El norteamericano contaba con asombro la jugosa cantidad que le pagaron por la actuación y cómo cada noche salía por Madrid sin pagar una sola copa.

Él no lo sabía, pero ya entonces era el Rey del Power Pop.