Si los White Stripes cobraran derechos de autor cada vez que el estribillo de  "Seven Nation Army" se canta en un estadio tendrían un nuevo número uno, pero esta vez en la lista Forbes.

Es habitual que los aficionados al fútbol conviertan canciones pop en tonadillas de ánimo, sobre todo en el Reino Unido. Allí ocurren  cosas como que la grada de Old Traford (Manchester) coree el estribillo de "Love Will Tear Us Apart" -Joy Division- en honor de Ryan Giggs. Estremecedor.

Pero lo de "Seven Nation Army" es un fenómeno universal, que ha traspasado fronteras, océanos y disciplinas deportivas. 

Los "investigadores" datan su comienzo en el otoño de 2003, durante un partido europeo en Milán entre el equipo local y el Brujas, y señalan a la cerveza como un posible agente inductor. Según parece, unos seguidores belgas escucharon la canción en un bar y de allí partieron rumbo a San Siro cantando el estribillo a voz en cuello. El Brujas ganó y la canción fue adoptada por su hinchada.

Las aficiones futbolísticas no son celosas en el terreno musical, de hecho tienden a hacer suyos los cánticos ajenos. De un estadio pasan a otro, luego a otra ciudad, después a un país distinto... Así que en 2006 "Seven Nation Army" le sonaba a todo el mundo cuando se convirtió en un himno para los italianos que ganaron el Mundial -"Sooomos campeones del mundo"- y se catapultó definitivamente como cántico deportivo universal.

Meg, Jack y sus White Stripes son una referencia imprescindible de la escena alternativa de comienzos de siglo. Pero ese riff de guitarra que abre "Seven Nation Army", con un sonido que cualquiera confundiría con un bajo, les llevó a otra dimensión, la de referencia de la cultura popular, esa que se transmite de boca en boca y de generación en generación. 

"Seven Nation Army" abría "Elephant" (2003), el cuarto disco de la banda de Detroit, y fue publicada como single por iniciativa de sus autores, frente a los reparos de la discográfica. Enseguida se convirtió en el mayor éxito del grupo y hasta ganó un grammy, aunque no alcanzó el número uno ni en el Reino Unido ni en los USA.

Como pueden imaginar, la canción no habla de fútbol. El tema que trata es más bien doméstico: el hartazgo de la pareja compositora ante los cotilleos que tenían que soportar desde que habían empezado a hacerse famosillos en el mundillo "indie". 

Voy a luchar contra todos ellos 

Un ejército de siete naciones no me puede contener 

Una fama que, pese a lo que pudiera deducirse de lo aquí contado, no ha crecido demasiado. La inmensa mayoría de los que entonan el celebérrimo estribillo no sabe quien lo compuso. Muchos ni siquiera habrán escuchado la canción entera. Da igual. Cada vez que hay un buen partido de fútbol los White Stripes son celebrados. En cada rincón del planeta.