Los títulos,  muchas veces, dicen poco de lo que viene detrás. También en las canciones. En ocasiones, sin embargo, resultan reveladores. Para mí uno de esos es "Pasión por los decibelios". Yo le podría llamar así a cualquier cosa, una novela, una película o, sin ir más lejos, a la revista Magnetófono. Pero claro, a Los Nikis se les ocurrió antes. 

Lógico. Estamos hablando de tipos con talento. Probablemente uno de los dos grupos más divertidos del rock español -los otros son Siniestro.-

Empezaron haciendo arder Algete, hablando de chicas que se iban a Katmandú, de vikingos, de tipos que lanzaban tiestos y de gammas globulinas; y terminaron haciendo versiones de Miguel Bosé -"Bandido"-, y del discotequero Patrick Hernández -"Voy a Benidorm". En medio se hicieron famosos con "La Naranja no es mecánica" y la tortilla de "El Imperio Contraataca".

"Pasión por los decibelios" estaba incluída en su segundo EP, "Sangre en el museo de cera" (1982), publicado cuatro años antes de que grabaran su primer álbum. Por entonces ya eran una leyenda en el underground madrileño, conocidos como los "Ramones de Algete" (localidad madrileña de la que procedían) gracias a que unos pocos locutores programaban  sus maquetas y sus EP's, y sus conciertos eran acontecimientos que despertaban "salvajes pasiones" entre sus devotos y jóvenes seguidores.

Puede que " Pasión por los decibelios" sea una de sus canciones más serias. Aunque no falta el humor negro que hizo grande al cuarteto madrileño. Un "silencio  que te devora y tienes que gritar", la adicción a los decibielios porque "necesitas ruido para vivir". Buscando bares "donde puedas estar desde las doce, toda la noche", y finalmente "pegándote con la gente para poder saltar", porque  tu adicción a los decibelios "te va a asesinar". 

 

 La respuesta, amigo mío, estaba en Algete.