A mediados de los años setenta uno tenía pocos años y pocos conocimientos musicales. Era una epoca muy diferente en cuanto a la forma de conseguir y escuchar musica. Las primeras canciones que oí fueron proporcionadas por mi hermano mayor, que alternaba cintas de los Beatles con Simon y Garfunkel, y los primeros singles que tuve fueron herencia de un primo que se tuvo que cambiar de ciudad. En ese pack, que todavía conservo, se resumía parte del rock en español y foráneo. Allí estaban Los Diablos, Fórmula V, Micky y los Tonys, mezclados con un popurri de lo que había al otro lado de nuestras fronteras: Mc5, Jackson Five o Redbone.

Escuchar con diez años We were all wounded at Wounded Knee debe marcar mucho y algo debe influir en el karma. Por eso, a lo mejor, un día que se me acercó un quinqui de mi barrio, y ya parecía el atraco inminente, el disco que llevaba debajo del brazo, Exposed de Mike Oldfield, recién comprado en MF, me salvó. No solo no me pidió dinero sino que me dijo que era muy buena elección (yo no opinaría lo mismo, pero esa es otra historia). Un tiempo atrás de este suceso, un compañero de clase me prestó el primer disco de los Ramones. Era raro que alguien tuviese un disco proviniente del underground americano al poco de salir, y en general eran conseguidos gracias a la casualidad de tener un pariente en Iberia, en algún almacén estratégico o vaya usted a saber. Demostrando mi visión de futuro se lo devolví sin mostrar ningún interés por el que sería uno de mis grupos favoritos años después.

Como con tan poca edad no estaba uno para leer periódicos me libré de los tan poco favorables comentarios de la prensa española para con las hordas punk que pretendían arrasar nuestros valores. Tampoco estuve muy al tanto de los inicios de la movida ni me llamaba la atención que en mi barrio sonaran más Los Chunguitos que The Clash.

En Madrid, los LPs y las tdk estaban unidos por un hilo fino que iba desde el DISCOPLAY de la Gran Vía al decomisos de Arenal. Era nuestra forma particular del háztelo tú mismo que en su versión más punk llevaba al Rastro, donde se vendían algunas camisetas que podían considerarse modernas y más tdk con discos de todo tipo. Y mientras en Londres se teñían el pelo de verde, la versión española lo embadurnaba de jabón Lagarto para conseguir mantenerlo de punta.

Aquí, por eso del Spain is different, a principio de los ochenta juntamos la new wave, el punk, lo gótico y los nuevos románticos, hicimos un batido y nos hermanamos con las litronas de cerveza en los parques, abandonando aquellas disputas entre rockers,mods y pijos que marcaron los años inmediatamente anteriores. Esto todavía se mejoró un poco más a mediados de década con la irrupción de ciertos grupos que volvían a reventar el concepto de tribu. Los Enemigos aglutinaban gran parte del rockerío malasañero, Sex Museum, Snap o Los Potros mezclaban el público de los cuatro garitos rockeros de Chueca, y Porretas o Rosendo les limaban las tachuelas a los heavies del barrio.

La continuidad de los primeros grupos punk españoles fue escasa. La Banda trapera del Río y la Polla Records han sido referentes de ir por los caminos de la independencia con más o menos fortuna. Kaka de Luxe y los grupos iniciales de la movida se reciclaron pronto en otros estilos mas llevaderos, lo que no contradice el espíritu del punk, que no era inmovilista por definición. Una pequeña cantidad de grupos de hardcore han mantenido el espíritu más transgresor con mucha ilusión, bastantes altibajos y poca repercusión (la versión bonita es que vivieron deprisa, etc,etc) y algunos tipos emblemáticos, como Manolo de la UVI, siguen haciendo sus cosillas.

Sin embargo, la crónica de sucesos hizo bastantes estragos: Eskorbuto agonizaba por las drogas, Desechables daba de comer a varios tanatorios y Ramoncín sacaba de quicio a gran parte de la población, incluidos sus fans.

Con los años, los sucesos dieron paso a las catástrofes naturales y a las prejubilaciones. Ejemplos hay unos cuantos, pero si hay que mencionar, homenajear o agradecer los servicios prestados a alguien con espíritu punk, ese sería Kike Turmix, gurú, inductor y peón del punk-rock que va del 77 hacia el infinito y más allá.

En fin, que algunos nos lo hemos pasado bien estos años, tenemos un cuerpo y un sentido del punk bastante parecido al de John Lydon, es decir amplios los dos y sin demasiadas complicaciones intelectuales. Que más se puede pedir para un tipo que pasó del Wounded Knee al No Future.