La consideración del rock & roll como una manifestación cultural decadente, contaminante, nociva para la juventud y propia del capitalismo más exacerbado ha sido compartida por prácticamente todos los regímenes totalitarios de izquierdas que en el mundo han sido.

La Cuba de Fidel Castro no fue una excepción... hasta que en 2001 el Teatro Karl Marx de La Habana abrió sus puertas de par en par a Manic Street Preachers. La banda galesa tenía ya década y media de vida en la que se había ganado una merecida reputación de izquierdista, radical y antisistema y eso, claro, facilitó bastante el encuentro.

El cantante James Dean Bradfield había manifestado en distintas ocasiones que Cuba y el castrismo eran un ejemplo de admirable resistencia ante el americanismo que todo lo invadía.

El parlamentario galés Peter Hain, fan de la banda y perteneciente al ala izquierda no de la Casa Blanca,  sino del laborismo británico, hizo de intermediario para cerrar la cita. La diplomacia del rock se marcó un tanto histórico.

Parece que los 5.000 asistentes al concierto, en el mítico teatro situado en el  elegante barrio habanero de Miramar (refugio en otras épocas de las élites cubanas), fueron invitados elegidos por la dirección política de la isla.  Al frente de ellos, Fidel Castro, que siguió casi toda la actuación y que departió unos minutos detrás del escenario con los miembros de la banda. James Dean definió el momento como uno de los más importantes de su vida.   

El 17 de febrero de 2001, fecha del concierto, el grupo tenía ya en el horno su sexto álbum, 'Know Your Enemy' ('Conoce a tu enemigo'), una soberbia colección de 16 canciones (+ otra fuera de créditos) que se publicaría un mes después y en el que llevó su compromiso social al límite. Basta con echar un vistazo a los títulos de las canciones: 'Let Robeson Sing' ('Que cante Robinson', dedicada al actor y activista estadounidense Paul Robeson), 'My Guernica' o 'Freedom of Speech Won't Feed My Children' ('La libertad de expresión no dará de comer a mis hijos'), por poner un ejemplo. Este álbum fue el eje sobre el que los Manics montaron su concierto en La Habana.

No faltó, por supuesto, 'Baby Elián', la canción dedicada por el grupo al célebre niño balsero. Al escuchar este tema, Fidel Castro se puso en pie para aplaudir a sus invitados.

"Un asunto internacional, dicen. Por dos millones de dólares al día, quizá un futuro en el cine. Pero los boxeadores cubanos aún siguen ganando. Secuestrado en la tierra prometida. La Bahía de Cochinos o el pequeño Elián. Operación Peter Pan. El patio trasero de América".

El repertorio incluyó otros temas legendarios de la banda, como 'Motown Junk' o 'If You Tolerate This, Then Your Children Will Be Next' ('Si toleras esto, tus hijos serán los siguientes'), homenaje a las Brigadas Internacionales. También hicieron sitio a un par de versiones, 'Raindrops Keep Fallin' on My Head', de Burt Bucharach, y  'Rock and Roll Music', de Chuck Berry, con la que cerraron el espectáculo.

El concierto de La Habana se recogió en el DVD 'Louder Than War' ('Más alto que la guerra'), que alude a una frase del propio Fidel Castro sobre el monumental ruido que hacía el grupo. El comandante no estaba ya entonces para jaleos. Nunca alcanzó a entender que en el rock se esconde la semilla de la revolución, pero el 17 de febrero de 2001, a sus 74 años, Fidel  fue rockero al menos por un día gracias a Manic  Street Preachers.