The I don't cares

 "Me esforcé mucho en no ser conocido cuando me estaba convirtiendo en famoso. Fue un trabajo duro y no querría tener que volver a hacerlo". Paul Westerberg, un día portavoz de la "X Generation" y celebridad en las college radios al frente de los Replacements, mantiene su ingenio en forma.

Desde luego, el nombre elegido para su nuevo proyecto, The I don´t cares, y la ausencia de cualquier referencia en la carátula del disco a sus dos protagonistas, el propio Westerberg y Juliana Hatfield, otra "celebridad" del rock alternativo de los noventa, confirma que la fama planetaria no está entre sus objetivos.

 "Wild Stab" (Puñada salvaje) es el nombre del  trabajo que se han marcado en comandita, más en la onda Westerberg que Hatfield, pero en el que la mezcla de ambas voces y sensibilidades encaja como un guante ( la conexión, como ahora veremos, va más allá de la música).

Hay muchos buenos momentos en el álbum. Uno de ellos es "Born to me", una canción que Westerberg grabo en 1999 para "Suitcaine gratification", y que, según cuenta, escribió pensando en Juliana. Si entonces era una balada con piano, ahora  el emocionante encuentro entre "los ojos más solitarios y los brazos más vacíos" se produce entre vibrantes guitarras.

 

"Wild Stab" es lo primero que Westerberg graba en casi diez años, aunque no todo es exactamente nuevo, porque aquí vuelven a la vida canciones que habían quedado en el cajón, un par de la época final de los Replacements  y otras de la última década.

Pero la espera, aderezada con una fugaz reunión de la banda de Minneapolis que se saldó sin el disco anunciado, ha merecido la pena. Hatfield, que en 2008 dedicó un capítulo de su libro de memorias a Westerberg, añade criterio y contención a melodías tan crudas como adictivas, entre las que hay un poco de todo del variado catálogo de la casa, desde power pop con algún ramalazo punk hasta country alternativo o delicadas baladas. "King of America", "Back", "Outta my system"... dfíicil equivocarse recomendando cualquiera.

El album se cierra con "Hands together", en la que Westerberg echa una mirada al pasado con su siempre punzante ironía, para concluir que "los sueños que tenía son ahora demasiado aburridos como para enseñarlos".