Durante los años noventa Teenage Fanclub se convirtieron en una referencia infalible para los amantes de las guitarras y las melodías radiantes, que esperábamos ansiosos cada nueva entrega.

Los tres alquimistas, Gerard Love, Norman Blake y Raimond McGinley, agitaban los ingredientes en busca de la canción perfecta y se sucedían discos fabulosos: "Bandgwagonesque", "Thirteen", "Grand Prix", "Songs from Northern Britain".

Aunque cuando surgieron su sonido y actitud les emparentaban con el grunge, enseguida se revelaron como custodios de las esencias clásicas -Beatles, Byrds, Neil Young, Big Star...- y partiendo de esa tradición se erigieron en los grandes renovadores del power pop.

Extrañamente, pusieron de acuerdo a personajes tan dispares como Kurt Cobain y los hermanos Gallagher, que veían a Teenage Fanclub como una de las mejores bandas del mundo. Unos y otros se rendían a esas guitarras, unas veces fieras, otras cristalinas, y a esas armonías vocales, siempre contenidas y majestuosas.   

Como suele ocurrir, la admiración de sus compañeros de profesión y el aprecio de la crítica no fueron compartidos en igual medida por el público y su éxito fue discreto. Con "Songs from Northern Britain" (1997) alcanzaron el número 3 en las listas británicas, su mayor logro comercial. A partir de ahí las ventas comenzaron a caer, los discos se fueron espaciando y parte de la magia se desvaneció.

"Howdy" (2000), "Words of Wisdom and Hope", grabado en comandita con Jaid Fair (2002), "Man-Made" (2005) y "Shadows" (2010), aunque lejos de los trabajos precedentes, siguieron sumando buenas canciones al repertorio de los escoceses. Es simplemente imposible que tres compositores como Blake, McGinley y Love no den en el blanco unas cuantas veces por álbum.

Ha pasado mucho tiempo desde que Teenage Fanclub se convirtieron en una de las bandas más distinguidas del rock alternativo y también quedan ya lejanos los años en que se confirmaron como la quintaesencia del pop  de guitarras. Pero aún así, los admiradores seguimos aguardando sus discos con la esperanza de encontrar en ellas una nueva dosis de esas canciones que sólo los de Glasgow pueden componer.  

"Here", recién publicado, es el segundo álbum que graban en once años, así que los fieles estaban expectantes. Después de tanto tiempo uno se puede esperar cualquier cosa. Sin embargo, hay acuerdo en que han logrado un gran disco, probablemente el mejor desde "Songs from Northern Britain".

Hay melodías directas, en la línea clásica de la banda, como el adelanto "I'm In Love", o el trío de canciones que la siguen, "Thin Air", "Hold On" o "The Darkest Part of The Night", un tema que rivaliza sin problemas con sus himnos de siempre. Los incondicionales también disfrutarán con la delicada belleza de "It's a Sing" o los cambios de ritmo de "The First Sight", que termina con las guitarras desmelenándose como si volviéramos a 1990.  

Pero en muchos momentos -"I Have Nothing More To say", "With You", "Connected to The Life",  los sonidos más suaves ganan protagonismo sobre las  guitarras luminosas y un poso triste recorre todo el álbum. Una característica que ya se advertía en el excelente disco que Norman Blake grabó en 2014 con los New Mendicants, "Into The Lime".

No es algo completamente nuevo. La melancolía ha estado siempre presente en la música de Teenage,  pero en "Here" es más protagonista. Y más sombría. Aunque sin perder la esperanza.

"Hay dolor en este mundo / puedo verlo en tus ojos, y es difícil mantenerse vivo al borde la noche / pero me siento bien cuando estás cerca de mí, con eso basta"  canta Norman Blaken en "I'm In Love".

Teenage Fanclub siguen teniendo la medicina para convertir un día oscuro en soleado. Con suerte, "Here" abre un nuevo capítulo en su carrera y les anima a prodigarse con más frecuencia en el futuro.