No hay mejor música en directo que el soul. Perdón por la contundencia, pero hay cosas que no dan para ningún tono de gris: o son blancas o son negras. Y esta es una de ellas.

Afortunadamente, James Hunter lo sabe y se plantó en El Sol en una tórrida noche madrileña con la intención de demostrarlo.

Pese a que había gente mendigando entradas por las inmediaciones de la calle Jardines, la sala no estaba tan abarrotada como para impedir a los asistentes hacer con alegría aquello que se va a hacer a un concierto de soul: bailar. Y bien que lo hicieron, porque Hunter no concedió tregua en hora y media de concierto.

Precedido por esos gritos agudos que tanto recuerdan a Sam Cooke, armado con una voz privilegiada y hecha a la medida del soul, este inglés de piel pálida y alma oscura utilizó su último disco, 'Whatever It Takes', como excusa para dar un repaso a lo más movido de su carrera y para transitar con soltura desde el soul al blues, al reggae y al rock primigenio.

La propia 'Whatever It Takes', 'Don't Let Pride Take Your for a Ride', 'Mm-hmm' sonaron a la música inmortal de los sesenta interpretadas por 'los seis de James Hunter', esa banda en la que todo encaja pero nada tendría sentido sin la sección de viento que conducen Lee Dabau, saxo barítono, y Damian Hand, saxo tenor. Unos genios.  

Con Hunter eufórico a la guitarra -la púa escondida debajo de la lengua, como una píldora salvadora-, Jonathan Lee en la batería, Jason Wilson con el contrabajo y Andrew Kingslow sentado ante el órgano Hammond, el grupo recuperó temas con más solera como 'Hold On', 'Minute By Minute' o 'Chicken Switch' y allí nadie podía dejar de moverse. El líder se entregó hasta el límite de la deshidratación en el blues 'Baby, Don't Do It'  y en su versión de 'Slow Down!', una recomendación que resultó inútil dado el descontrol que reinaba ya en la sala.

Por aquellos misterios de las modas y los gustos musicales, pese al aval de figuras como Van Morrison, con quien colaboró durante años, y a las buenas palabras que le dedica la crítica, James Hunter es un desconocido para el gran público. Ahí estaba el hombre, vendiendo sus propios discos tras el concierto, en un puestecito montado frente al bar. Ojalá colocara muchos. Porque el soul está muy vivo y eso no admite grises. Es blanco o negro. En este caso, blanco. Aunque cante como negro.