Bruce Springsteen es el prototipo del rockero íntegro. Un músico comprometido social y politicamente que, sin menoscabo de ello, ha gozado del mayor estrellato.
Maratoniano concierto de más de tres horas en el que se entregó al máximo
La lujosa reedición 35 años después de The River ha sido la excusa para embarcarse en una gira mundial que el 21 de mayo hizo parada en Madrid con un concierto maratoniano de más de tres horas, en el que repasó buena parte de su trayectoria para dejar exhausta a una audiencia entregada desde el comienzo con Badlands hasta el cierre, armado únicamente con la armónica y la acústica, con Thunder Road.
Entre medias, más de una veintena de canciones con momentos álgidos como Because The Night (que cedió a Patti Smith) y la retahíla de sus himnos: Born To Run, Bobby Jean, Born In The USA, Cover Me, Tenth Avenue Freezout, Dancing In The Dark, The Rising o la original de los Isley Brothers que popularizaron los Beatles, Twist & Shout.
Como siempre, el 'jefe' se dio un baño de masas estrechando la manos a los estrujados espectadores de las primeras filas, sacó a una niña de poco más de diez años a que tocara la guitarra con él, permitió que un espectador bailara con su mujer Patty Scialfa y tuvo un recuerdo emocionado a sus compañeros fallecidos, Clarence Clemons y Danny Federici.
El sonido no fue bueno, pero considerablemente mejor que el infernal de su anterior visita al Bernabéu en 2008. Al público no pareció importarle como tampoco que apenas tocara media docena de temas de The River, el supuesto motivo de esta 'tourné'. Su entrega, sin novedad, la máxima.
The River coincide con su etapa más fecunda y vitalista
La transición entre los 80 y los 90 fue la época más productiva de este músico de Nueva Jersey (doble álbum con 20 canciones, alguna desechada que apareció después en 18 tracks y otras prestadas al soulman Gary US Bonds en su excelente disco Dedication).
La E Street Band ya estaba plenamente cuajada con la robusta base de Max Weinberg (batería) y Gary Tallent (bajo), las guitarras de Steve Van Zandt, los teclados de Danny Federici (órgano) y Roy Bittan (piano) y el saxo del gigante Clarence Clemons.
El adelanto en single fue Hungry Heart, su primer gran bombazo en sencillos al alcanzar el número 5. Arrolladora desde el primer compás con una cadencia envolvente, el piano y el saxo, los coros y Springsteen con un corazón hambriento pero que necesita descansar y tener un hogar, conducido por el Hammond de Federici. Le acompañan en los coros Flo & Eddie, los cantantes de la estupenda banda sesentera The Turtles.
The Ties That Bind, ¡con qué fuerza la interpretaron en el Bernabéu!, es el espectacular punto de partida del disco con una bate poderosa de Weinberg y el resto forjando el tema para que se luzca Clemons con el saxo y Springsteen en un crescendo memorable.
El viento de Clarence también resalta en la festivalera Sherry Darling, con cierto toque latino y que parece grabada en un bar con las palmas y los coros. Le sigue Jackson Cage, otra vez con el piano de Bittan y la voz con armónica de Bruce que sobresale.