Rompamos todas las lanzas del cuadro de Velázquez en honor de Tequila, probablemente la mejor banda del rock nacional de la segunda mitad de los 70 cuando casi todo era llanto y crujir de dientes.
Poco después llegaría la Movida nuevaolera, pero hasta entonces este grupo hispano-argentino animó el cotarro musical con canciones directas, pegadizas y bailables a base de puro R&R sin atisbo de cajas de ritmo ni sintetizadores.
Y el más difícil todavía, se convirtieron en ídolos de quinceañeras (y quinceañeros) sin renunciar a un sonido rockero auténtico.
Los porteños Ariel Rot (guitarra) y Alejo Stivel (voz) se juntaron en 1976 con los españoles Julián Infante(guitarra), Felipe Lipe (bajo) y Manolo Iglesias (batería) para dar rienda suelta a su devoción por Chuck Berry y los Rolling Stones.
Su primer LP, Matrícula de Honor (1978), contenía temas que ya son himnos como Rock and Roll en la plaza del pueblo o Necesito un trago, pero fue en el siguiente cuando explotaron con una producción propia mucho más depurada.
Comienza el show
Qué mejor título para el álbum que Rock And Roll, al igual que el comienzo: "Enchufaste la guitarra en el amplificador. Los micros encendidos, la luz ya se apagó. La gente está nerviosa y hay mucha excitación. 1-2-3 empecemos con el show".
Pues así sube el telón el espectáculo tequilero. Músicos solventes con una potente maquinaria de la base, las rítmicas de Julián, los depurados punteos de Ariel y la voz desenfadada de Alejo. Una curiosidad, el piano con mucho swing es de Juan Carlos Calderón, arreglista y productor que encumbró, entre otros, a Mocedades.
Le sigue Y yo qué sé!! , una explosión de power pop adelantado a su tiempo que en apenas dos minutos no nos da resuello. "Me dicen que estoy loco sin trabajar ni estudiar, pero yo paso de todo".
Fruto de su amistad con el también argentino y excelente cantautor, Sergio Makaroff, nos encontramos con dos estupendos cortes.
Rock del ascensor tiene un aire funk con la batería marcada de Manolo y las guitarras imbuidas del espíritu Keith Richards, además de una divertida letra de lo que puede hacer una pareja atrapada en el elevador.
Continuamos con una pequeña maravilla llamada Todo se mueve, evidente influencia para la nuevaola venidera, que nos envuelve con una cadencia atenuada. "El movimiento me está enloqueciendo, quisiera parar un momento para pensar y averiguar lo que siento". Preciosa.
La Cara A se cierra con Quiero besarte, una de sus más aclamadas en directo que arranca con las guitas wah wah, una subida funky bailable y Alejo enfermo por besarla… y algo más.
Matrícula de honor, que daba título al primer disco pero no se incluyó, retoma el frenético brío stoniano con guitarras y el ritmo a todo trapo. "Un día en el colegio es un muermo total" con Ariel insuperable en los punteos.
Proseguimos con una versión de otro de sus compinches argentinos, el reputado Charly García. Míster Jones en una macabra historia de parricidio contada como si fuera un cuento de niños.
Hoy Quisiera estar a tu lado es el fragmento más íntimo del disco, realzado con los detalles de la exquisita Les Paul de Ariel.
No podía faltar el consabido reggae que encontramos en El barco con la bate sincopada precisamente de Julián, que también mete el órgano, y la respuesta en los punteos de Ariel, la rítmica de Alejo y el bajo presente de Lipe.
Qué mejor manera de empezar el año que con melodías placenteras después de los excesos navideños. Ya habrá tiempo de enfurecernos, pero hasta entonces nos sumergimos en la delicadeza de Sundays.
Sólo por una obra maestra como es el tema Here's Where The Story Ends esta banda de Londres ya se merece un hueco en nuestros corazones. Contenido en su primer álbum Reading, Writing And Arithmetic, (1990), que nos depara otros fragmentos de puro goce.
Con un estilo minimalista que recuerda por momentos a los Smiths, el gran encanto de Sundays reside en la cristalina y, a menudo, frágil voz de Harriet Wheeler unida a las sublimes melodías compuestas siempre a la par con el guitarrista David Gavurin, además del sostén de la batería de Patrick Hannan y el bajo de Paul Brindley.
Triste terciopelo
"Aquí se acaba nuestra relación" nos canta desencantada Wheeler vestida de un triste terciopelo con un envoltorio rítmico acogedor y unas subidas vocales para enmarcar.
La percusión de Hannan y los punteos animados de Gavurin nos dirigen a otra de las maravillas del disco, Can't Be Sure, en la que el despliegue vocal de Harriet es simplemente magistral con un esclarecedor reconocimiento: "Inglaterra es mi tierra, el hogar de la libertad, pero con un clima miserable, aunque también se puede ser feliz ¿Por qué llorar?".
Harriet Wheeler también puede ser enérgica y mandona, como en I Won ("Gané la guerra y me siento orgullosa"), una de sus canciones más vivas con despliegue guitarrero de Gurvin y acompañamiento consistente del batero.
Pasamos a Hideous Towns ("Ciudades horribles que me hacen vomitar") en otra demostración de la gran conjugación de la banda entre ambientes confortables que se van enturbiando. Quizás por eso comienza con "No me preguntes por qué".
Nos sumergimos en un remanso de paz, relativo en la letra, en You're Not The Only One I Know ("No eres al único que conozco"). Enésimo ejemplo de la colosal relación entre la voz y los instrumentos con mención especial a las acústicas de Gavurin.
A Certain Someone recupera la la animosidad con destellos buenos tanto de Harriet como de Gavurin, seguida de la cadencia embriagadora de I Kicked A Boy, recuerdos de cuando de muy joven rompió con un chico. Las referencias los Smiths son evidentes, pero Sundays le dan su impronta.
Acústicas de Gavurin y la melosa Wheeler nos lleva a su mejor hora, My Finest Hour, a la que sucede la no menos agradable Joy con desarrollo festivo.
Por el camino nos dejamos la que abre el disco, Skin & Bones, carnal de piel y huesos y esos rebujitos memorables de Wheeler.
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